viernes, 29 de diciembre de 2006

Rive gauche

Esa noche, yo cruzaba el Boulevard Saint-Michel para dirigirme a la Rue de la Huchette, cuando un coche surgió de la nada, rodeado de sombras. Al principio no sentí nada, sólo la humedad del asfalto contra mi mejilla y un ruido de cristales rotos resonando en mi cabeza. Una mujer salió del coche y se acercó a mí; estaba nerviosa y gesticulaba mucho. Llevaba uno de esos bolsos de cuero negro muy de moda en los ochenta, con un cierre de hebilla y una cadena metálica dorada.
Detrás de la mujer apareció una chica de pelo rizado y abrigo rojo. Tenía un corte en la cabeza. Sangraba poco pero la herida me pareció irreal y fascinante. No pude articular palabra; observaba, alucinado, cómo brotaba la sangre de su frente. Siempre me siento desmesuradamente torpe e inútil cuando se posa sobre mí la mirada de una mujer hermosa. Pensé en mi hermano, que me esperaba en el Quai des Tuileries a orillas del Sena, en los Jardins du Luxembourg donde nos colábamos a veces escalando las verjas, desiertos a estas horas, pensé en todas las luces mudas de esta ciudad imparable y me asaltó el dolor de golpe. Me arrastraron a una ambulancia cuyo grito prolongado hizo eco entre las estrechas calles del Quartier Latin. Vi desfilar por el hueco que la ventanilla las fachadas y los arcos que quedan enfrente de la Rue Rivoli.
El choque me había dejado tan aturdido que sólo entonces me di cuenta de que no llevaba zapatos. Y me quedé así acostado, sin atreverme a decir nada, en el vientre de aquella criatura de metal que me llevaba al Hôpital de la Madeleine, pensando en la chica de rizos y sitiéndome inmensamente estúpido al recordar mi calzado perdido. Lo que más me incomodaba era la certeza de que jamás los recuperaría, de que mis viejos zapatos de suela gastada se quedarían ahí, esperando en mitad de la acera color ceniza, frágiles y vencidos, como un animal abandonado o una de esas palomas que mueren aplastadas bajo las ruedas de un camión, con las vísceras esparcidas.

lunes, 25 de diciembre de 2006

Pena penita pena.

Aclaración
Mi blog decidió suicidarse sin consultármelo el día de Nochebuena. He recuperado la mayoría de los textos, pero, como habrán podido comprobar, los comentarios se han marchado de excursión al limbo o no sé dónde, pero en cualquier caso queda muy lejos. Qué putada. Con lo que me gustaba a mí tener comentarios de El Tipo de la Brocha, Chico Clásico, El Cojo, El Alquimista y Tristán Nieve, pero sobre todo, del Señor S. y de Manuel Astur... Ay.

Por cierto, ya soy famosa! Os dejo el enlace:
http://estenoeselblogqueestaisbuscando.blogspot.com/2006/12/y-si-fuera-ella-esta-maana-me-he.html
Reflexiones de un desconocido que lee mi blog...

domingo, 24 de diciembre de 2006

Un intento de acallar el ruido de mi cráneo.

Algo va mal. Tengo un retraso de siete días y un par de neuronas que no dan para más y un montón de apuntes que pasar a limpio. Creo haber encontrado al amor de mi vida al menos tres veces por semana, llevo un horario distinto al del resto de la humanidad, consigo sobrevivir a base de deseo y literatura, me alimento exclusivamente de naranjas y las pelo con las manos. Creo que necesito terapia con urgencia pero ni siquiera puedo pagarme un billete de autobús. Mi profesor de solfeo insiste en que pase a verle alguna tarde en horario de tutorías, y debo decir que yo ya me temía algo parecido cuando me acarició la pierna bajo el vestido azul aquel día en que fui a resolver dudas a su despacho. Me mira el escote con sospechosa insistencia y no se molesta en tratar de disimular. Mis compañeras de piso me recuerdan que un tío tan descarado y explícito debería ponerme mucho, pero lo cierto es que preferiría acabar mi vida como una de esas locas que les da de comer a las palomas antes que chupársela a alguien así. Me entran ganas de vomitar cuando pienso en sus zapatos de cordones y en su mujer planchándole el cuello de la camisa. Todo lo que escribo carece de interés y debe ser delito avisar en la última línea. Algo va mal, seguro.

sábado, 23 de diciembre de 2006

Una cama deshecha


La foto la ha hecho Bruno. Esta es su página personal: www.esflog.com/sr_cosa
Mi madre quiere nietos, pero no. No, porque ella los quiere para comprarles ropa y pasearlos en el carrito y enseñárselos a las vecinas. Y yo mira que lo pensaba a menudo, medio en serio, medio en broma. Aunque no lo diga, hay días en los que no estaría del todo mal tener alguien a quien cuidar, un bébé pequeño y suave al que acariciar y llevar en brazos. Se me ocurrió contárselo a él una tarde que acabábamos de follar y estábamos desnudos en la cama deshecha, decirle que me gustaría tener un hijo suyo, porque por qué no, además seguro que iba a ser un niño guapísimo y que tendría sus ojos, y me reía imaginando cómo sería tener dentro algo nuestro pero que no fuera ninguno de los dos, algo igual al resto de la humanidad pero distinto a todo.
Entonces se puso muy serio, apagó la música y me miró a los ojos. Me dijó que sí, que él me haría el amor hasta que le doliera, que me haría un hijo y le pondríamos el nombre que más me gustara, que yo embarazada debía ser una preciosidad, que sería bonito mirarle dormido, tan frágil, y protegerlo juntos, que yo iba a ser una mamá estupenda, de esas que juegan con sus niños en el parque, y él los llevaría al circo y al Gulliver y a más sitios. Yo ya estaba convencida de que ocurriría pronto, me veía ya haciéndome tests y ecografías, sólo era cuestión de tiempo. Él me tocaba la tripa y yo pensaba que qué raro es eso de que te crezca un bébé dentro y te quede la piel tirante y lisa. Pensaba en que no tenía ni idea de cómo se le da el pecho a un niño, pero quería hacerlo igual.
Justo ahí me di cuenta de que se me había olvidado tomar la píldora la noche anterior. Me invadió el pánico y tuve que ir corriendo al ambulatorio y luego buscar una farmacia de guardia.
Porque, si lo piensas bien, qué hago yo con un niño si apenas sé cuidar de mí misma.

... y que cante villancicos


- Cada vez que escucho a un niño cantar "Navidad, dulce navidad" con su asquerosa voz de pito, me dan ganas de torturarlo hasta morir.
- Mira que eres cruel. ¿No te parece bonito todo esto? No sé, el espíritu navideño, los regalos, las calles iluminadas, el turrón y los polvorones, las cenas en familia...
- ...
- Vale, tienes razón. El próximo capullo que pase con gorro de Papá Noël, lo descuartizamos.

Bruno es el autor de la foto. Si quieres ver más, puedes visitar su página.

viernes, 22 de diciembre de 2006

Esto no es nada y no significa nada.

Acumulo facturas sin pagar. Hablo con mis padres dos veces al mes. El problema es que me creo todo lo que leo y mi salud mental está empezando a resentirse. Escucho el mismo disco una y otra vez. Hablo con la boca llena de palabras vírgenes y quiero desgarrarlas todas, ensuciarlas, someterlas hasta que resulten hermosas en su humillación. Es tiempo de luces cegadoras y disparos de nieve, pero yo me despierto desnuda tras la fiesta y me asalta la duda. Hay vasos tirados por el suelo y restos de espuma en el desagüe de la bañera y todo me resulta tan irreal como, digamos, Uzbekistán o los niños del tercer mundo. Observo a las parejas discutir en las aceras y quiero gritarles que parecen imbéciles, que dejen de gesticular como idiotas y se dediquen a besarse en los túneles a oscuras, cuando no mira nadie. Escucho golpes en el cuarto contiguo y me entran ganas de abrirme la cabeza a hostias, estrellarme contra la pared o tirarme por la ventana o columpiarme suspendida al borde del abismo. Quizá eso supusiera alguna sensación nueva, y aplacara mi sed por un rato. Es tiempo de balances, de tinta roja y noches en vela. Todo se desmorona y nadie se da cuenta menos yo, que alivio mi fiebre durmiendo sobre un tejado de escarcha. A mí lo único que de verdad me consuela es pensar en todos esos diques arrasados, pensar en todos los naufragios del mundo, y todas las miradas inabarcables que se cruzan sólo una vez.
Construyo paredes de colores, y todas mis palabras no son más que el ilegible resultado de mis noches de insomnio en un piso de alquiler, me escucho hablar en voz alta en una habitación vacía, donde no vivo ni duermo, donde respiro y me alejo, con calculada desmesura, de todos los lugares conocidos. Compro entradas para dos: mi sombra también reclama su parte.
No me despego de las sábanas las tardes de domingo, invento melodías cada tarde y las olvido justo después (por lo que puede que en realidad no haya inventado más que una sola, y la repita todos los días, inventándola de nuevo) y guardo mis secretos más indecentes en el congelador, para que se quemen de frío.
Confieso que en ocasiones tomo la justicia por mi mano, abofeteo a Kafka y me despierto sudando, a las siete de la tarde, después de haber estado matando lobos en sueños durante horas, y admirando, obnubilada, el rastro de su sangre en la nieve, en lugar de traducir a Jean Giono, que era lo que debía hacer.
A veces me imagino que detrás de cada ventana encendida se esconde un hombre de quien enamorarse, y me da por escuchar música de tempo extraño (ragtime?) y perderme en los puertos y dibujar con mi caja grande de lápices de colores. Cuando nada de esto funciona, bailo agarrando muy fuerte a ese desconocido que anida bajo mi ventana, velando lo que sueño, y al que todos llaman, acertada y razonablemente, fantasma.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Definiciones I

Pesadilla.


1- Inevitable compañera de viaje. Siempre se sienta en el asiento del copiloto, y no hay manera de convencerla para que se vaya y me deje conducir un rato a solas. (26/07/05)
2- Hecho capaz de amargarte el día y no dejarte conciliar el sueño la noche siguiente. (14/03/06)
También puede presentarse en forma de exámenes parciales / obligaciones familiares / contratiempos imprevistos / cretinos indeseables / otras cosas peores / algo completamente distinto a todo lo citado anteriormente. (20/12/06)
La foto es de Bruno. Puedes visitar su página personal aquí.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Materia punzante.

No quisiera ponerme trascendental, pero estos días he estado ordenando mi biblioteca, y se me ocurre que, al final, un libro no es tanto el lugar que ocupa en la estantería como el "poso" o la huella indeleble que deja en el lector. Lo realmente importante es su poder de evocación con el transcurso de los años. Hay libros que marcaron algunos de momentos esenciales de mi ínfima existencia y que, sin embargo, me provocan recuerdos muy vagos y confusos. De otros guardo ciertas escenas en la memoria, y no los releo por temor a no volver a sentir la ingenua satisfacción con la que descubrí el texto por primera vez. Atesoro instantes de mi particular evolución como lectora igual que otros tienen cartas de sus amantes enterradas en un cajón, y las sacan de vez en cuando para comprobar que siguen intactas. _______________________________________________________

Soy una persona compulsiva y con tendencia a caer en vicios legales. Soy una lectora voraz y empedernida, cabezota y neurótica. Tengo una fijación obsesiva, una adicción no diagnosticada, pero lo cierto es que recuerdo muy poco de muchos libros.Recuerdo tener catorce años y debatirme existencialmente entre amar a Fabrizio del Dongo o a Julien Sorel. Recuerdo al Principito y a su rosa, al zorro, al tipo que contaba las estrellas y al borracho que bebía para olvidar que bebía y etc ad infinitum... Recuerdo a Ignatius Reilly y su válvula pilórica, recuerdo leer a Burroughs tumbada en el balcón y aferrarme a sus alucinaciones como un náufrago a su trozo de madera. El lobo estepario es un vacío, un blanco atroz. Rayuela no es nada, todavía, porque nunca conseguí acabarlo, ni del derecho ni del revés. Recuerdo leer a escondidas los libros de tapa rosa* de la estantería más alta, cuando Papá no estaba en casa. Historia de O son sólo azotes y latigazos en los muslos desnudos, resonando en las paredes de mi cráneo. Casi todo Borges y Kafka son laberintos.Ciudad de cristal es un hombre que recorre las calles de Nueva York formando dibujos y recogiendo cosas del suelo, y otro hombre que sobrevive sin apenas dormir durante meses, vigilando no recuerdo qué. Del Ulises recuerdo a Leopold Bloom sentado en la taza del wáter, reflexionando. De 2666 recuerdo imaginar a Archimboldi como alguien desmesuradmente grande, casi un gigante, y parecido a mi abuelo paterno (al que, dicho sea de paso, jamás conocí).
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Otros libros conseguirán evocarme siempre el contexto en que los leí, mi ficción vivida y mi realidad leída se unen de manera indisociable. Camus será por siempre la libertad de los recreos (aunque se extendiese la peste en Orán) y Racine las lecturas impuestas del colegio. Miller son noches a solas intentando acallar toda la furia contenida entre mis dedos. Mallarmé, Kerouac y Carpentier** son cafés con leche a media tarde, sentada en las escaleras de la facultad. Leía a Mishima en lluviosas tardes de otoño, y a Lem durante las largas siestas de verano. Crimen y castigo será el libro que dejé olvidado en un asiento del metro y volví a encontrar tres meses después en un banco del parque. Leyendo a Baricco recordaré siempre una terraza llena de luz.
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A veces me imagino que alguien puede leer en mí como en un libro abierto, descifrándome toda. Pero luego pienso que soy una ingenua, y que los lectores*** somos esclavos: cada palabra una celda.
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* Sí, ésos de la sonrisa...
**A mí es que me gusta mezclar autores siguiendo unos criterios de selección algo peculiares...
*** Entiéndanme, me refiero a los que leen de verdad, a los que se sumergen en un texto y acaban empapados y sin aliento. Nada que ver con la gente que lleva un best-seller bajo el brazo.

La foto, de nuevo, se la he pedido prestada a Bruno. ¿Quieres ver más?

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Madrugada



- "Laura es una chica que se me insinuó leyéndome la buenaventura en unas cartas de baraja española. No jugó limpio, pero me lo hizo saber desde el principio. Resultó ser un ritual estúpido, divertido y necesario, acompañado de 4 tercios por mi parte y 5 por la suya. Tras haber roto una copa de cristal del bar en cuestión, dimos unas vueltas. Se marchó todo el mundo. Después follamos. Folla bien. Me corrí en su boca. No vimos amanecer. Peca de ser demasiado despierta, de arrepentirse de su comportamiento cuando fuma o bebe demasiado. En septiembre cumplió 27 años. Una vez tomé éxtasis con ella en una discoteca. Nos bebimos un zumo de naranja antes de volver a casa. Ella se durmió de camino en el metro. Nos fumamos un cigarro a medias (a mí se me habían acabado) y me largué. El aire parecía chicle.”
Esto es lo que me contaba mientras yo removía la cucharilla en el café, cabizbaja.

Foto cedida por Bruno. Puedes ver más aquí.

martes, 5 de diciembre de 2006

Luces de feria

" Yo quiero dedicarme a algo delirantemente absurdo, como traducir palíndromos. El resto del tiempo pienso dedicarlo a hacer cosas útiles de verdad, como ver besos de películas antiguas, gritar en los tejados o correr por la playa en invierno".
Se lo escuché decir a un niño en la noria, y me dieron ganas de abrazarle fuerte y de que aquella noche no terminara nunca.
Foto hecha por Bruno. Esta es su página.

sábado, 2 de diciembre de 2006

Breve paréntesis (sin ánimo de ofender)

Ya que no me han preguntado, contesto yo solita.
Pero, por favor, que no se me enfade nadie.
Si tuviera una editorial, las tres primeras personas a las que publicaría son:
Manuel Astur
Señor S. (por partida doble y en edición bilingüe español-inuktitut si hiciera falta)
Este señor
A menos, claro está, que ellos ya tengan un contrato multimillonario con Anagrama o aspiren a ganar el Premio Planeta.
(No, no suelo ser siempre así de pelota. Pues no, tampoco me pagan por la publicidad).

viernes, 1 de diciembre de 2006

Matarratos (Modo de empleo)

"Pruebe Vd. a bailar en una habitación a oscuras. O a llegar, a través de la cornisa, a la habitación de al lado. Pruebe a desconectar el teléfono. O a tirarse a la piscina, para sentir el agua helada sobre la piel, y temblar, temblar hasta no ver nada."

Se admiten más sugerencias de instrucciones para sentir.
Ahí van algunas otras:
-Repita una palabra muchas veces, hasta que ya no signifique nada. Vacíela del todo.
-Pierda algo y olvide el qué.
-Corra en un cementerio.
-Juegue al escondite.
-Pase al otro lado del espejo.
-Deambule de noche sin rumbo (especialmente si hace frío y el miedo le pisa los talones).
-Observe la danza del polvo en el aire, a través de un rayo de luz.
-Trate de inmovilizar lo efímero.
-Averigue a qué sabe el vacío.
-Planee asesinatos con todo detalle.
-Beba agua mientras mea.
-Aprenda a hablar sin usar la vocal "a".
- Implote, o implosione, o haga cualquier cosa parecida que provenga de la palabra "implosión".
-Desaparezca. Para siempre. Consúmase junto a la ceniza de su cigarrillo. (Variante de la anterior, con menos líos etimológicos).
-Conviértase en música. Sea la música.
-Déle la vuelta al universo. Imagine, tumbado, contemplando el cielo, que las estrellas están abajo. Las observa desde las alturas, domina la escena, se halla boca abajo, y no al revés. Está suspendido al borde del abismo, ofreciéndose a alguna constelación sin nombre.
Intente sentir el vértigo de la caída.

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Adivinanzas

Eran las nueve y diez y yo estaba desayunando, cuando él apareció en la cocina y se sentó en el taburete que quedaba justo a mi derecha. Traía ensayada la cara de circunstancias.
- Venga, dime ¿qué es lo que pasa?
No hubo respuesta. Se limitó a crujirse los nudillos, dubitativo.
- Te dejo dinero, comida, mi cama, ya lo sabes, pero ese libro no puedo prestarlo...
- No van por ahí los tiros, reaccionó al fin. Tengo un problema.
- Perfecto. Empezamos bien.
- Tengo que descifrar esto. Si consigues deshacer el enredo, te regalo lo que quieras.
Y me tendió un críptico mensaje. Bueno, exagero; sólo era un folio con algo parecido a un dibujo, en el mejor de los casos. Un garabato, en el peor de ellos. Se parecía a esto:

Lo observé unos segundos, distraída, procurando que no se me deshiciera la galleta en el tramo crítico que va del tazón a la boca.
- ¿Harás cualquier cosa que te pida? ¿En serio?
- En serio. Lo que sea, lo prometo.
- Hecho. Mira, es muy fácil.
Entonces aparté mi tazón del desayuno y empezé a citar a Lacan y a hablar en francés. Él, como casi siempre en estos casos, me pidió que dejara de acelerar tanto, que se estaba perdiendo entre tanto "objet petit a".
- Pero si está clarísimo. Yo ya había visto este esquema, pero al revés. Bueno, no al revés exactamente, sino con un giro de 90 grados...
Él frunció el ceño, pero proseguí.
- Esto va de relaciones sádicas. La V es "volonté", designa voluntad de gozar, o, si lo prefieres, la actitud del sujeto sádico que encuentra placer en el dolor del otro. Aquí, S representa al objeto sufriente, la víctima que se confirma a sí misma, resistiendo a la humillación, o mejor dicho, a través de ella. Así, el nivel superior del esquema, V ---> S, denota la relación sádica manifiesta: el pervertido sádico da cuerpo a la voluntad-de-gozar que atormenta a la víctima para obtener la plenitud de ser. (¿Qué bonito, no te parece? "Plenitud de ser"...) Pero la tesis de Lacan es que esta relación manifiesta oculta otra relación latente. En ella, el objeto causa de deseo del sujeto hendido es representado en el nivel más bajo del esquema: se trata de la relación del objeto-causa de deseo del sujeto hendido. O algo así, no lo recuerdo muy bien. En realidad, el sádico no es más que es un semblante cuya verdad es el objeto a lacaniano: su “verdadera” posición es la de un objeto-instrumento del goce del Otro. Y no sé si lo habrás notado, pero Otro lleva mayúscula.
Me miró con cara de incredulidad, como si me lo estuviera inventando.
- Oye, no me pongas esa cara, que esto no lo digo yo. Lo leí en un tipo muy serio, esloveno y con barba.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Se-para-dos

El eterno indeciso
Se me nota, seguro. Se me nota porque con el resto de compañeras de piso no muestro más que una cortés indiferencia, pero a ella le cedo mi turno en la ducha aunque no me lo pida. Se me nota porque adapto mi horario al suyo, porque busco la excusa más tonta para cruzarme con ella, porque me despierto a las siete de la mañana aunque no tenga clase, sólo para poder mirarla a gusto y sin disimulo mientras desayuna. Ella aún está medio dormida y sin vestir, con las marcas de las sábanas en las mejillas. Me gusta cuando bosteza, arqueando la espalda, espantando los restos de sueño de sus párpados. Me gusta hacerla reír haciendo el idiota.La espío cuando está en el baño. Ella lo sabe, por eso deja siempre la puerta entreabierta. La observo frente al espejo y ella hace como que no me ve y me ofrece su cuerpo blanco y resbaladizo, salpicado de pecas que parecen estrellas.
Cuando tiendo en la terraza, huelo su ropa limpia, todavía mojada. Cuando está enferma se pone más pálida y apenas come, y entonces le llevo chucherías al cuarto y me lo agradece con una sonrisa en la que yo podría perderme días. Cuando le hago cosquillas se sonroja, sale corriendo en dirección al sofá entre carcajadas y así puedo perseguirla y apretarla fuerte contra mí.Me gusta adivinar su estado de ánimo por el tono de su voz, y, de noche, escuchar su música a través de la única pared que nos separa: Radiohead si está triste y llueve, Chet Baker si está alegre y frívola, Tom Waits los días impares, Jacques Brel para curarse las heridas, Wilco para abrirse el apetito, Jeff Buckley para casi todo.
Le dejo notas en su cuarto, a veces dibujos o postales en blanco y negro, incluso folletos de agencias de viajes con recorridos trazados por países que jamás conoceremos. Algunos días me pide que le anude el lazo de un vestido o que le cepille el pelo, y luego se lo recojo en una coleta alta y aprovecho para besarle el cuello, donde tiene la piel tan fina y suave que parece de mentira.

La nueva inquilina
Cada noche imagino que se colará en mi cuarto sin llamar a la puerta, yo le estaré esperando, le tenderé los brazos y se meterá en mi cama y todo ocurrirá, pero cada noche me quedo despierta, nerviosa, y no ocurre nada.

Línea 12 (Parte II)

(Sí, este es el viejo truco de publicar textos que escribí hace tiempo, para que no se note demasiado que estoy tan ocupada atendiendo vicios indecentes, respirando oxígeno a borbotones y procurando parpadear de vez en cuando que se me ha olvidado cómo iba eso de la inspiración. No me lo tengan muy en cuenta. Al menos, no por esta vez.)

Qué quieres que le haga, mis amantes ocasionales siempre me parecen mucho menos divertidos y guapos al día siguiente, mucho menos ocurrentes e ingeniosos. Bastante tengo con compartir sábanas con un desconocido, para que además el susodicho amanezca inoportunamente dicharachero y se me ponga a disertar sobre la importancia de un desayuno equilibrado. El problema es que con gente así no hay manera de descansar después de correrse. Y el par de polvos que me echó aquel chico del autobús resultaron especialmente agotadores. Yo no tenía intención de levantarme en todo el día, pero él empezó a curiosear por el dormitorio. Me incomodaba mucho que hurgara entre mis cosas, que me juzgara por los discos que se apilaban en los estantes (sí, escucho a Sigur Ros, ¿qué pasa?). Cuando le vi por primera vez me llamó la atención porque flotaba entre la multitud y se le notaba cómodo con su cuerpo. Volvimos a cruzarnos un par de días más tarde, en un pub abarrotado de estudiantes universitarios. A escasos milímetros el uno del otro, de nuevo. Bailaba increíblemente bien, rodée su cuello con mis brazos y nos mecimos al ritmo de la música. Le invité a venir a casa de madrugada, en un súbito arranque de excitación y espontaneidad. Todo iba muy bien, había sido educado durante el trayecto hasta el piso y agradablemente perverso después. El asunto se complicó cuando me preguntó si podía quedarse a dormir. Me da pereza volver a casa a esta hora, dijo. No pude más que aceptar, claro, y eso que él no vivía a más de diez minutos. Ahora me parecía torpe e indeciso, tropezando con la ropa que dejamos tirada por el suelo. Por favor, que no toque nada, que se vaya ya... No quedaba ni rastro del tipo carismático, encantador y lleno de talento con el que me había cruzado en un autobús de la línea 12 y con el que el azar me había hecho reencontrarme un jueves por la noche.
- Oye, no te ofendas, pero son las nueve y pico y creo que ya lo hemos alargado más de lo necesario. Deberías marcharte, en serio, a clase o a trabajar o a dormir o donde sea que tengas que ir un viernes por la mañana, le dije incorporándome sobre la almohada.
-Eso suena a despedida.
No, la verdad es que no podía decirse que fuera muy listo el pobre.
-Es que verás, no soporto a la gente mucho tiempo seguido. Me aburre.
-¿Te aburro?
-No, tú no... Bueno, quiero decir, no me aburres tú en particular. Simplemente quiero despertarme y que no quede nadie a mi lado, ¿entiendes? Que se evaporen, que desaparezcan mientras duermo, sin charlitas ni notas ni explicaciones ni visita guiada por mi habitación.
-Bueno, pues me visto, como quieras... No sé, pensé que quizá quisieras que nos ducháramos juntos o algo, luego puedo llevarte a la facultad...
-No, lo siento, no acostumbro a hacer nada de eso acompañada, y menos con alguien a quien conozco desde hace escasamente cuatro días.
-Vale. No quería importunarte, sólo creí que habíamos congeniado.
Ahora me sabía un poco mal haber sido tan franca y directa, pero no tenía ganas de seguir aguantándole. Primero se creen que congeniáis y luego insisten en presentarte a su madre. Además, mi petición me parecía de lo más razonable y lícita: al fin y al cabo, esa era mi cama y yo quería estar sola.
-¿Sabes una cosa?
Ya empezábamos otra vez.
- Dime.
-Yo ya supuse que sería así. Desde el principio. Quiero decir... se te nota en la cara lo que después sucede en la cama.
-¿En serio? ¿Llevo la palabra orgasmo escrita en algún sitio?
-No, no es eso, pero salta a la vista que no tienes novio, ni lo quieres. Se nota en tu manera de mover la cabeza balanceándola despacio, en cómo mantienes la mirada sin apartar los ojos. Hambrienta, pero distante. Cuando nos vimos la primera vez, en el autobús, me pareciste febril y distinta, con una llamada de auxilio grabada en los dedos. Nada que ver con esas chicas que se mueren por algo de atención. Ayer también se notaba por la ropa. Una chica con novio o ganas de tenerlo jamás se habría puesto ese vestido. No es que fuera vulgar, ni demasiado ceñido, nada de eso... Sólo que resultaba evidente que no llevabas... Ehm, bueno, eso, que no llevabas nada debajo... Quiero decir, nada de medias o cosas por el estilo, que impidieran...Se estaba liando solo y empezaba a tartamudear, y ofrecía una imagen deplorable. Acudí a socorrerle.
-Sí, ya entiendo.
Lo cierto es que no entendía nada de nada, pero me vencía el sueño y no se me ocurrió mejor táctica que darle la razón.
-Oye, ¿puedo preguntarte una cosa?
-Claro, gruñí.
-¿Qué fue lo que te llevó a hablarme en el autobús? ¿Por qué me elegiste? ¿Y por qué te decidiste anoche?
-Bueno, lo del bus era pura provocación, sólo estaba jugando, hasta que llegamos a mi parada y tuve que bajarme. Aunque me gustó que te atrevieras a acariciarme justo antes de separarnos. Pero ayer te vi y me pareciste cambiado: me di cuenta de que ya era tarde para retomarlo donde lo dejamos... Lo de anoche fue pura casualidad: estabas en el sitio indicado a la hora adecuada. Podría haber acabado con otro.
-¿Entonces? No lo entiendo... ¿Por qué...?
-Sólo te elegí porque no te sabías la letra de las canciones de moda, porque fuiste el único capaz de articular tu nombre con claridad, porque eras de los pocos en esa fiesta que no iba borracho ni llevaba una camisa hortera.
- ...
-¿Responde eso a tu pregunta?
-Sí.

Ni siquiera hizo falta que me levantara a acompañarle hasta la puerta. Antes de volver a dormirme, me juré a mí misma que cambiaría de trayecto para ir a clase. Incluso iría en bici, si era necesario. Oí cómo cerraba de golpe.
Por fin. Silencio y sesenta centímetros más de colchón.

martes, 21 de noviembre de 2006

IN-BOX: Reply Message

El día había empezado mal, muy mal. Se quemó con el café, hecho que ya auguraba, de buena mañana, las terribles circunstancias que le acompañarían el resto de la jornada laboral. Aún le escocían la lengua y el paladar. Tardó veintitrés minutos en encontrar las llaves de casa, antes de recordar que las había dejado en el bolsillo trasero del pantalón del día anterior. Ese mismo pantalón sucio que, inexplicablemente, estaba tirado en la bañera. Gruñía, mascullaba, profería insultos muy poco creativos a la madre de su jefe. "Como siga así terminaré neurótico perdido, mi psiquiatra podrá forrarse la consulta con billetes de quinientos... Sí, buenos días, sólo venía a por unas recetas de Xanax...Catorce, para ser precisos". Daba vueltas sin sentido, recorriendo el pasillo una y otra vez, abriendo cajones en la cocina, rebuscando entre papeles un documento que se le antojaba indispensable. Dame un respiro, musitó, mirando hacia arriba. Nunca supe del todo bien a qué tipo de divinidad se dirigía. Comprobó su cuenta de correo electrónico antes de salir. Entre mensajes de compañeros de trabajo, cartas de la oficina y publicidad igual de indeseable, un e-mail le llamó particularmente la atención. Se detuvo a leerlo.

From: *************@hotmail.com
To: **********@msn.com

Ella, por fin. Había rechazado un encuentro que podía haber sido crucial algunas semanas atrás y, aunque no quería reconocerlo, esperaba ansioso nuevas noticias, la posibilidad de... Bah, ya sabes.

Subject: Ocurre que tengo...
una especie de don para estar ocupada en los momentos decisivos. Y el don de ser asombrosamente inoportuna el resto del tiempo. Contigo se conjugan mis dos "virtudes" y nunca consigo lo que quiero. Ojalá hubiera podido verte esa noche, estaba dispuesta a llenar mi casa de gritos y ropa tirada por el suelo. Pero el destino se las apaña para torcerme los planes, siempre. Asi que he tenido que conformarme con asesinos de cuerpos y trenes descarrilados y otros delirios estúpidos que me asaltan cuando te pienso y estás lejos. Fóllame duro y yo gemiré como cuando tenía quince años. Respiraré fuerte, jadeando con las piernas muy muy abiertas, como cuando un tipo parecido a ti (pero con menos escrúpulos, dispuesto a violarme la inocencia... joder, cómo me gustaba) me inició al sexo y yo todavía era incapaz de controlar la vibración del orgasmo en mi entrepierna. Bien pensado, eso todavía me ocurre: el placer acechándome siempre, escondido detrás de cualquier esquina... La realidad del asunto es que creo que ya sé por dónde empezar contigo y dejarme, al fin, de tantos esfuerzos inútiles y poco eficaces. Dame sólo unas horas y te lo enseño todo. Avísame y nos vemos cuando quieras.

Bien. Así me gusta, pensó. Empiezas a ser una chica razonable. Parecía que, por fin, el día tomaba un rumbo distinto. Todo se arreglaba.
Una poderosa erección se hacía evidente bajo su pantalón vaquero. La hinchazón era considerable, casi dolorosa. Aquello prometía. Hizo un par de llamadas telefónicas. Recogió sus cosas y salió a la calle.
Esa noche iba a ser memorable. Vaya que sí.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Dios creó la noche al cuarto día,
no cual no deja de ser irónico.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Relatos minúsculos

Yo sé que al tipo que fumaba como un carretero le parecí rara desde el principio, principalmente por criticar los colores de su corbata y llevar más escote lo que resultaba estrictamente decente para asistir a aquel tipo de evento serio, y por no dejar de hablar de mí cuando lo correcto hubiese sido, como mucho, citar a Chomsky con aire misterioso y no volver a abrir la boca durante el resto de la velada. En fin. No debí aceptar la invitación, y más tratándose de ti. Nada de líos con profesores de la facultad. Sólo es una cena, argumentaste, quizá te lo pases bien. Pero ese sitio repleto de conferenciantes estúpidamente pretenciosos me daba ganas de emborracharme a conciencia y hablar más de lo permitido. Seguro que tú disfrutaste con aquella reunión de universitarios viejos. Seguro que yo disfruté bastante más que tú. Al día siguente por fin brillaba el sol tras una semana de melancolía, y salí descalza, para notar la hierba bajo los pies. Y nada más.

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Mira que se lo dije, nada de extravagancias de las tuyas o me harás quedar como un idiota delante de los compañeros del Departamento, y lo que es peor, perderé parte de mi reputación de hombre suficiente y altanero. Te llevo, pero pórtate bien. Parece que tendré que seguir ensayando el tono paternal. Cuando llegamos a la cena, tras el Congreso de Lingüística, se puso a hablar alto y llamó la atención sin remedio, ella nunca fue discreta y elegante. Es una especie de huracán de desequilibrio y descontrol, siempre atraída por los excesos y los límites imposibles y el abismo y la vulgaridad y las palabras obscenas. Yo aspiraba publicar un estudio sobre la obra de **** que me había costado un año y pico redactar, y ella lo iba a echar todo a perder. Pensé que debería haber venir sin acompañante, mejor solo que con una estudiante de tercero, guapa, eso sí, pero con poco o ningún sentido de la educación y la decencia. En fin. Yo le hacía poco caso, mostraba una actitud distante, silenciosa y sabia, que me permitía codearme con los críticos más distinguidos de la fiesta. Cuando ya había bebido más de la cuenta y temía tener que llevarla a casa a rastras, incluso tener que acostarla yo mismo, cayó del cielo un alma caritativa que accedió a acompañarla al baño para se despejara un poco y dejara de soltar barbaridades en público, dejándome en evidencia ante tanta gente. A partir de ahí me olvidé de ella, desapareció por completo y caí en la cuenta al final de la noche, cuando los camareros recogían los platos sucios, los ilustres catedráticos volvían a sus hoteles y yo volvía a mi apartamento. Solo. Me asaltó la preocupación, pero enseguida pensé que una chica como ella sabría arreglárselas, aunque tuviera una facilidad innata para meterse en líos. Tardé muy poco en dormirme.

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Estaba fuera, fumándome el decimosexto cigarrillo del día, cuando apareció aquella chica vestida de negro, extraña y a su manera, atractiva. Muy joven, casi una cría. Peor, una niñata. Pero me gustaba mucho. Le seguía un tipo serio y aburrido. No volví a reparar en su presencia hasta un par de horas más tarde, cuando la vi caminar (acompañada de una de mis colegas de la Universidad de *********, Mº José Izquierdo, que siempre se presta a este tipo de acciones altruistas y desinteresadas) cabizbaja pero sonriendo, hacia el baño de señoras, al fondo del reservado, supongo que para intentar calmarse echándose agua fría en la cara. Hasta entonces, la velada había sido tremendamente insulsa: comida mala, camareros torpes, ni una sola conversación divertida. Me pasé la tarde de conferencias dormitando en la silla, procurando que no se notara demasiado mi absoluta falta de interés por la lingüística computacional y sus aplicaciones prácticas. Lugares comunes repetidos incansablemente. En fin.Pero vi a la chica de negro y salté sobre aquella oportunidad como una fiera sobre su presa. Le conté a mi compañera no sé bien qué historia, explicándole que la chica y yo nos conocíamos, quizá que era la sobrina de algún amigo, o mi protegida, vete a saber qué le diría. En cualquier caso, lo importante es que se lo tragó y la chica no protestó lo más mínimo, asintiendo con la cabeza, musitando incluso: "Menos mal que has venido... Por cierto, llevas una corbata que es para matarte" pero creo que esto último resultó incomprensible para Mº José. Me dejó con esa preciosidad colgada del cuello y se marchó a su sitio, donde ya iban llegando los postres. Joder, me dije, ¿y ahora qué? Pero no tuve tiempo de pensar demasiado porque la chica me agarró fuerte de la mano, y exclamó, con un tono decidido, que se aburría mortalmente y que era mejor marcharse de allí cuanto antes. Me preguntó si había venido en coche, a lo que contesté afirmativamente. Yo te guío, me dijo, traviesa y excitada. Follamos en una cama estrecha, en una habitación llena de peluches de niña. Se desnudó con un ansia que no había visto nunca antes. Al acabar se acomodó en mi pecho y suspiró hondo. Reinaba un extraño silencio en la casa. Al día siguiente abrí los ojos y la sorpendí observándome. Me comentó algo de salir al jardín sin zapatos, que hoy hacía sol y daban ganas de todo. Yo le besé la frente, me vestí rápido y me marché sin girarme una sola vez.

lunes, 6 de noviembre de 2006

H2O

Encontraron su cuerpo tres días después, hinchado por el agua, con el rostro desfigurado y los bolsillos vacíos. A mí me dijeron que la corriente lo había arrastrado río abajo, que había decidido suicidarse aquel domingo de madrugada, cuando volvía a casa. Lo imagino entonces, fumando tabaco negro, hambriento y sin afeitar. Me dijeron que se tiró desde el puente, que quizá fuera borracho o colocado, que probablemente estuviera chiflado o inexplicablemente triste.Pero yo sé que en realidad murió ahogado porque quiso beberse la luna en el reflejo del agua, sorber entero aquel disco de plata, fundirse con esa luz casi tan suave y tibia como mis caricias.Y él no era de los que se rinden con facilidad. De hecho, casi lo consigue, porque yo vi las marcas de estaño en sus párpados cuando lo descubrieron en el fondo del río. La luna ya no sale nunca. Se esconde en el cielo, vestida de luto.

jueves, 2 de noviembre de 2006

[Acotaciones metafísicas]

Últimamente mantengo conversaciones tan intensas y profundamente reveladoras como éstas:

[Señalando mi bolsa de caramelos]
Él - No entiendo cómo puedes comer tantas cosas de ésas.
Ella - Si te gustaran tanto como a mí, lo entenderías.
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[Con una sonrisa en la cara]
Él - Eres una chica encantadora.
Ella - Ya, y eso que todavía no me he puesto de rodillas.

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[Un día en el que me sentía especialmente triste y autodestructiva]
Ella - ¿Tienes por ahí una pistola cargada?
Él - Uhm... No. ¿Te sirve media tonelada de nitroglicerina?

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[Muy serio, con ademán de cineasta de la Nouvelle Vague]
Él - Habría rodado una docena de pelis porno por el simple placer de admirar tus grandiosas tetas en la pantalla.

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Él - No puedo evitar mirarte sin pensar que estás hecha para otra cosa mejor que para hablar, pero me resulta difícil hablar sin mirarte.
[Ella le lanza una mirada llena de laberintos, entre cómplice y socarrona]
Él - Sí, vale, está bien, tú ganas. Es un puto plagio, Vian escribió esa frase mucho antes que yo. Pero no creas que la afirmación dejade ser cierta por semejante nimiedad.

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Él - ...y me confunden tus besos, y ya no sé dónde termina tu cuerpo y empieza el cielo...
[Ella se queda Atónita, con a mayúscula]
Ella - Dime, ¿cuánto tiempo has ensayado para que te quedara natural algo así de cursi?

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[De repente, en una habitación a oscuras, tras un polvo casi interminable, cuando caimos rendidos en la cama y yo empezaba a sumergirme en el sueño]
Él - Necesito un trago, Jack. Ponme un whisky. Doble.
Ella - ¿Qué?
Él - Nada, es que siempre quise decir esa frase en algún momento de mi vida, y me pareció que éste era el indicado...
Ella - ...
Él - ...
Ella - Duérmete, anda.

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Él - Eres jodidamente hermosa.
Ella - ¡Qué va, eso es que te pasaste ayer noche con la ginebra, y llevas una resaca tan terrible que por poco no la cuentas!
[Él se ríe despacio]
Ella - ¿Ves? Eso son ruidos de tu hígado, que se queja.

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Él - Te voy a regalar una camiseta en la que ponga "Best Sucker in Town".
Ella - Por eso me gustas tanto: eres de un romanticismo insuperable.

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[Una tarde de lluvia]
Él - ¿Por qué no lo mandamos todo a la mierda, nos escapamos lejos de aquí y nos fugamos a vivir a un lugar donde no nos conozca nadie? Yo te haría un montón de hijos, y seríamosfelices los dos juntos... ¿Quieres?
Ella - Claro. ¿Le has puesto gasolina al coche?
Él - Uhm... No.
Ella - Mierdra. Me parece que a este plan le falla algo.
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sábado, 28 de octubre de 2006

Línea 12 (Parte I)

Debería haber ido andando. Joder, sí. Debería. Me siento incómoda cuando empiezo a notar que se me pega la ropa al cuerpo y el ambiente se carga de respiraciones entrecortadas, de pisotones y prisas. Se empañan los cristales y todo se vuelve translúcido. Ya no queda ni un centímetro libre de carne en el autobús. La gente sueña, apretujada en los asientos gastados, con primaveras por estrenar y gorriones y tostadas con mantequilla y otras cursiladas que siempre aparecen en las pelis. Y de repente, noto por detrás la cercanía de un cuerpo extraño, sus dedos largos y huesudos que rozan los míos en la barra de hierro con más frecuencia de la estrictamente habitual y necesaria. Me sudan las manos, seguro que me huelen a metal, como cuando manoseas una moneda mucho tiempo seguido. Los olores acaban destiñendo sobre mí, es inevitable, pierden su esencia y se me quedan pegados a la piel como una condena. Sin embargo, el desconocido huele a ropa mojada, a ese vago aroma de lluvia que se presiente en las calles justo antes de una tormenta. Alzo un poco la cabeza, como desafiando aquella presencia insistente, cuyo calor noto a escasos milímetros de mi espalda. Ni se te ocurra restregarte, chaval, que te estoy viendo venir. El típico baboso. O el típico cretino que va de listillo. Quizá los dos reunidos en uno solo. Me giro, doy media vuelta sobre mí misma, pero, para mi sorpresa, descubro a un chico flaco, ojeroso, con la boca llena de secretos. Y le miro mucho, y, de golpe, me gusta. Parece el tipo de tío que subraya frases de libros con un lápiz pequeñito, de ésos que se beben la leche fría por las mañanas, de esos que no entienden de física cuántica ni son capaces de cambiarle la rueda a un coche, pero saben observar los detalles que importan. Esa mañana gris decido enamorarme del lunático de turno. Todo sucede deprisa, durante el trayecto del bus de la línea 12, que sale de la Plaza Borrull a las 07:42, me recoge en el Paseo Ribalta a las 07:57 y, si todo va bien y el mundo sigue girando hacia el mismo lado, llega a la Facultad de Humanas a las 08:03. Siento que me arden las mejillas. Con un gesto casi impreceptible, acerco mi pecho hacia el objeto de mi nerviosismo; date prisa, me digo, te quedan apenas unos minutos antes de bajar... Y me sorprendo de nuevo, algo avergonzada por el ansia implacable de aquel contacto físico, por el huracán que desata en mi garganta este tipo de encuentros imprevisibles. Casi sin querer, me dejo llevar, me resbalo toda mientras cruzamos la avenida Sos Baynat, llena de curvas y frenazos bruscos, que son la excusa perfecta para un nuevo roce. Disfruto imaginándome derretida sobre mi escuálido compañero de juegos. Está tan cerca de mí que casi podría estar dentro. Estoy tan cerca de él que casi podríamos no ser, evaporarnos, convertirnos en diminutas gotas de agua buscándose por los cristales del autobús. Noto su aliento suave en mi sien, me fijo en la curva de su barbilla, intento aprenderle de memoria. Y, de pronto, me acaricia el hueco que queda justo entre el hombro y el cuello, sigiloso y furtivo. Sigue deslizando la yema de sus dedos hasta detrás de mi oreja, deja tras de sí una estela de espuma, una quemadura vibrante que me estremece. Y me susurra algo al oído, algo que yo no acierto a entender del todo, pero vuelvo a estremecerme y esa es la señal inequívoca de que ya puedo dar por perdidas la calma y la razón.[...]

La foto aparece por cortesía de Bruno. Podeis ver más aquí.

sábado, 14 de octubre de 2006

Opus nº 2


A veces me canso de intentos de papel y fantaseo con la remota posibilidad de intentos de carne.
(De entre las nueve razones que se me ocurren para reencarnarme, tu cuerpo me parece la más sensata. Las ocho restantes carecen de importancia).

La foto es de Bruno. Ésta es su página personal.



viernes, 15 de septiembre de 2006

No es un secreto...

...que las estrellas caigan del cielo.

Follar con P. era como hacer cine. Eran polvos enormemente cinematográficos, pero largos y grandiosos, eso sí. Todo muy visual, erótico y llamativo, un polvazo estudiado con el guión escrito a medias, calulando el enfoque y la intensidad de la luz para provocar orgasmos en la protagonista (véase, servidora) y el aplauso del público (fictico, claro) al terminar las acrobacias propias de este tipo de escenas.
Las secuencias nos salían perfectas a la primera, casi sin querer, aunque repitiéramos alguna toma porque yo me había quedado con ganas de más. Él hablaba mucho, me daba indicaciones con la cara que, imagino, ponen los directores importantes y expertos cuando deben manejar a actores novatos:- Nena, ponte así mejor, que te vea yo esa carita de ***** que tienes...Pero al final yo me olvidaba de todo, me moría sola improvisando, le salía con un movimiento totalmente imprevisto y empezaba a gemir rápido, y a P. no le quedaba más remedio que seguirme el juego, entre desconcertado y furioso.
Yo disfrutaba tanto, fotograma a fotograma, que no veía las horas pasar y al final del día teníamos un largometraje de siete horas y media en el que todo resultaba indispensable.Cada gesto, cada frase y caricia iba encaminado a embellecer, a enriquecer la escena. Y no, no me molestaba nada la presencia de la cámara, al contrario. Era casi reconfortante saber que todo mi placer quedaba grabado en esa mecánica retina, y me movía serpenteando bajo su atenta mirada, como cuando te desnudas frente a una ventana abierta sabiendo que tienes un vecino muy dado al voyeurismo.
P. me dirigía y lo hacía bien, me follaba con la maestría de, digamos, Truffaut o Wenders, con ese punto de talento y genialidad que se esconde bajo capas de modestia y sencillezY a mí me gustaba ser la estrella de sus escarceos amorosos, pero pronto conocí a K. y me entraron unas terribles ganas de saber cómo se las ingeniaría él para satisfacerme.
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Era un chico enclenque, de cabellos rizados y ojos claros. Músico, y eso se notaba. Se notaba sobre todo en su modo de acariciarme los muslos como si sus dedos se deslizaran por las teclas de un piano, y por su peculiar modo de hacerme entender lo que deseaba. Utilizaba un lenguaje distinto, hecho de acordes siempre afinados, muy alejado de aquél al que me había acostumbrado P., más crudo y explícito.
K. apenas se movía, dejaba que yo descubriera dónde se escondían los resortes de su cuerpo, me exigía ser lenta y meticulosa. Ni se te ocurra olvidar un sólo pentagrama, solía decirme al empezar a desabrocharme la blusa. Y yo sonreía, ronroneaba y le lamía la boca intentando que mis manos aprendieran de memoria la extraña geografía de su espalda.
Con él también aprendí a respetar tiempos y silencios, y logré desprenderme de la embarazosa costumbre de salir corriendo al baño en cuanto cayera desplomado sobre mi cuerpo.
- Tienes que darte un rato, descansa un poco al terminar, hasta que cesen las vibraciones de tu vientre.
Y yo, que siempre fui una alumna aplicada y paciente, esperaba, acostada en la cama, a que se me permitiera, por fin, levantarme y beber agua.
Le complacía escuchar el ritmo de nuestras respiraciones acompasadas, hasta el punto de llegar a grabarlas e incluirlas en lo que más tarde sería la banda sonora de una película francesa.
En cambio, K. no me permitía ruidos excesivos, ni gritos ni suspiros hondos: hacerle un blow-job se convirtió en un ejercicio silencioso y preciso, pues no toleraba que el contacto se extendiera más allá de la frontera de los siete minutos. Siete minutos, decía, es lo que dura una sonata perfecta.
Todo iba bien hasta que dejó de follarme y se le metió en la cabeza hacerme el amor, pensando que algo de sentimiento le daría más "relieve a la música de nuestros cuerpos" (sic).
Se empeñó tanto en conseguir su propósito que me cansé, y comprendí entonces que era mejor salir corriendo en dirección opuesta a ese loco peligroso y cursi que podría matarme de hiperglucemia. Como no soy muy dada a sentimentalismos baratos, no recuerdo la fecha en que ocurrió, pero sé que me marché para no volver una tarde en la que él componía una obra nueva mientras yo hacía la maleta, distraída. De fondo sonaba el Réquiem de Mozart.
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Con H. era todo mucho más agresivo y violento, pero tanta hostia me impedía concentrarme en chupársela como es debido y tuve que dejarle. Él me dejó tantos cardenales como facturas sin pagar.
También lo intenté con Z., un maniaco-depresivo con tendencias suicidas, algo dado a la bebida y obsesionado con Joyce. Le abandoné el día en que presentaba su tesis doctoral.
(A todo esto, P. ya se había convertido en un director porno de prestigio, y le dieron algunos premios que lo consagraron como el mejor guionista de la historia del cine X, lo cual no deja de tener mérito.)
Poco después me acosté con un traumatólogo insoportable que aprovechaba mi flexibilidad innata para repasar sus clases de anatomía y además, susurraba el nombre de su ex mujer cuando se corría sobre mí.
Lo cierto es que desfilaron por mi cama tantos hombres como perversiones existen: carteros, chiflados, trompetistas de jazz y poetas en paro, vegetarianos convencidos, mentirosos compulsivos, culturetas, irlandeses y checos, hijos de Satanás, cínicos y traviesos, gafapastas, tímidos sin remedio, fanáticos del fútbol y la patria, reclutas de pelo en pecho, asiduos oyentes de la Cope, evangelistas, profesores de facultad, canallas del tres al cuarto, progres, fumadores, sibaritas, ingenieros mediocres y arquitectos famosos, turistas de incognito, nuevos ricos, juergistas, estúpidos, cretinos y otras tribus urbanas, infieles enamorados, moteros, un tío clavado a Jeff Buckley, otro que me insultaba al oído, críticos literarios y un periodista deportivo con complejo de Edipo...
Lo he probado casi todo, pero ahora, cosas de la vida, lo que de verdad me apetece es... follarme a un taxidermista.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Retales

Amo mi desnudez, porque desnuda me bebes con los poros, y derribas con tu calor los límites, me abres todas las puertas, y me tomas de la mano como una niña perdida que en ti dejara quieta su edad y sus preguntas.
Tu piel dulce y salobre que respiro y sorbo pasa a ser mi universo, la tierra que me nutre, la aromática lámpara que alzo estando ciega, cuando junto a las sombras los deseos me ladran.
Cuando me desnudas con los ojos cerrados, quepo en una copa vecina de tu lengua, quepo entre tus manos como el pan necesario, quepo bajo tu cuerpo más cabal que tu sombra.
El día en que me muera, entiérrame desnuda, para que limpio sea mi reparto en la tierra, para que puedas besarme la piel en los caminos y trenzarme en cada río los cabellos dispersos.
El día en que me muera, entiérrame desnuda, como cuando nací, de nuevo, entre tus piernas.

domingo, 23 de julio de 2006

El viaje vertical

Escribo con la seguridad que da estar lejos del hogar familial... y con un teclado sin acentos. Leo con la sombra implacable de la duda rondando mi cabeza. Apenas creo ni tengo. Sue*o con Kim Novak. Vago por las calles oscuras, viendo como asciende el humo azul del asfalto. Me imagino contigo, llegando tarde a todos sitios. Me gusta viajar de noche.

"Solo la vida ense*a algo. Asi pensaba ese dia Mayol, caminando distraido por el barrio de la Ribera, cubriéndose con un paraguas rojo de siete dolares. En la casualidad de la calle - porque las calles son un lugar ideal para las causalidades que ofrece la vida moderna - se cruzo con una mujer vestida de negro, un luto riguroso llevado por una mujer de otros tiempos que cautivo a Mayol. [...] Unos minutos mas tarde, al enfilar el ultimo tramo del paseo del Borne y reparar en un ciego que estaba mirando al cielo, Mayol detuvo sus pasos para contemplarlo con detenimiento. Se pregunto qué andaria buscando aquel ciego en las nubes."

sábado, 24 de junio de 2006

Consejos para no aburrirse en vacaciones.

En estos días de verano recién nacido, muerda bolis bic.
Salte olas en la playa.
Invoque viejas y olvidadas costumbres, y siga asombrándose ante el misterio que encierra el paso del tiempo. Guarde el temor de la noche más larga, el instante imperecedero que sacudió sus cimientos, el golpeo de la vida junto a su pecho, el latido quebradizo de un sentimiento más certero que el amor.
No es muy difícil, si se concentra.
Sorpréndase derretido sobre un cuerpo ajeno, con la sonrisa desbordada a cada segundo, con la palabra intensidad dibujada en la espalda.
Recuerde la velada plenitud que escondían unas manos conocidas, y el fantasma de la noche abrazándose a las parejas que se besan sin parar, intentando deshacerse de las cadenas que le atan a las palpitantes estrellas de plata.
Imagínese como un río hermoso y desbocado hacia algún océano interior. (Es el típico consejo que dan los libros de autoayuda baratos que jamás compro.)
En cualquier caso, trate de cerrar los ojos. Descubrirá que hay luz bajo sus párpados.

domingo, 11 de junio de 2006

Más regalos.

"No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosostros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros,
separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos,
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir,
te llamo, te llaman los que nacen,
los que vienen de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos."

Aunque no quiera reconocerlo, soy, sin duda, la niña más mimada de la creación...

jueves, 8 de junio de 2006

Mierdra.

Hoy quería escribir, escribir mucho, páginas y páginas de sensaciones sin remedio, contar que tengo una herida que no se me cura y etcétera, pero no. Hoy no escribo, porque quería decir algo sin utilizar mis palbras predilectas, o al menos aquellas que salen siempre aunque no las llame, y no he podido. Sólo he conseguido hacer una lista de las palabras que repito con cierta frecuencia (insistencia?) y de manera casi involuntaria. A saber:

- amor (claro que sí, ésta no podía faltar, y eso que ni siquiera sé lo que significa) - labios, boca y derivados (no sé por qué, pero es inevitable, siempre se me cuela alguna) - cuerpo, piel, besos, caricias (éste es el kit ñoño y cursi del que no logro desprenderme por más que lo intento)
- luz, oscuridad (dicotomía indispensable en cualquiera de mis absurdas creaciones literarias)
- los puntos suspensivos (sí, ya sé, no es una palabra... Bueno, yo tampoco lo entiendo, debo ser adicta a ese bonito e inútil signo de puntuación...)

Así que ya está. No he conseguido escribir nada decente. Otra vez será.
Vosotros no os preocupéis. Haced como yo. Escribid menos y hablad más. Leed mucho, id a la playa. Mudaos de casa.
Al fin y al cabo, la vida ya es literatura. Y de la buena.
A veces incluso te regala amor, luz y besos en la boca...

miércoles, 7 de junio de 2006

Rectifico.Puntualizo.




Tarkovski y Sokurov se añaden a la lista.
Como habrán podido comprobar, en épocas de exámenes, yo no estudio.
Veo cine, que para el caso es lo mismo.
O casi.
(Post Scriptum: ¿Qué ocurriría si, un día, la Tierra se llenara de deseo?)

Ésta es la película...





...más guay que he visto últimamente.
Me ENCANTA Vera Chytilova.
Viva los espíritus libres!
(Post Scriptum: Se me olvidaba, Jan Svankmajer también se ha ganado toda mi admiración a golpe de fotograma. Viva el stop-motion y la República Checa!)

domingo, 4 de junio de 2006

Basado en hechos reales

- Hola, sabes quién soy? ...No, claro, con estas pintas y el color del pelo... Pero seguro que te acuerdas, hace unos años, no demasiados, tú desde luego estás más guapo ahora, bueno, quizá no más guapo pero sí más atractivo, sabes? Ese punto interesante que da el paso del tiempo, aunque pareces más triste y nostálgico, no sé...
Éramos jóvenes y locos, y una noche en La Latina me preguntaste si era extranjera, húngara o así, porque tenía cara de húngara, dijiste, a saber de dónde te sacaste eso! Quizá alguien te dijera que era una buen método para ligar, el caso es que casi funciona y no tuve más remedio que echarme a reír. Húngara yo, cómo se te ocurre!
Y reímos los dos y unas copas más tarde nos bañábamos en la fuente de una placita desierta, como si aquello fuera la Cibeles, y nos abrazamos mojados y felices, y luego dormí en tu casa, en una cama estrechísima, y cuando amanecimos delante de un café con leche nos juramos amor eterno...
Luego volvimos a quedar un par de veces, nos colábamos en cines viejos y nos mirábamos a los ojos en la oscuridad de la proyección, te acuerdas?
Y una vez te empeñaste en explicarle a un camarero, haciéndote el indignado, que el postre no era el que habíamos pedido, y tras una pequeña discusión, nos miró como si estuviéramos chiflados y se fue a buscar al encargado. Entonces me cogiste de la mano y aprovechamos para desaparecer de ese restaurante caro sin pagar, y fuera me compraste piruletas de colores y una bolsa de esas palomitas que tienen azúcar por encima...
Te acuerdas? Yo creo que éramos más ingenuos y despreocupados, pero también más felices... Ah, bueno, y lo mejor de todo era que a veces me...

- Disculpe señorita, pero creo que se ha equivocado de persona.

- ...

sábado, 3 de junio de 2006

Principio de incertidumbre

Cómo iba a saber yo que esperaba a alguien, que escondía un secreto, si todo lo que veía era oscuridad.
Claro, siempre camino a pasos apresurados, siempre mirando al frente y despistado, pero es que jamás hubiera imaginado que mientras le sonreía, ella acariciaba a otro.
Le pienso tanto que se me gasta su imagen, se me borra su recuerdo.
Siempre se me escapan los detalles más elementales, y ahora siguen sin cuadrarme su actitud altiva, sus repetidos rechazos, sus caprichos sofisticados.
Qué iba a saber yo, si nunca me doy cuenta de nada y se me olvida lo esencial.
Cómo podría haber adivinado, con tanta alcoba oscura de por medio, que a mí me confundió con otro.
Con otro mejor, sin duda, con otro más alto y más guapo, más fuerte y hábil.
No había más que verle la carita de decepción, cuando llegó la luz y se filtró entre sus dientes una mueca que me quedó atravesada en el orgullo.
Y yo, claro, me esforcé por limpiarle la carita triste, por lamerle las llagas abiertas de la decepción. Sin nigún éxito, por cierto.
En mis brazos, que eran de otro, resultó ser una amante cálida y ejemplar.
Le dedicó los abrazos más certeros, los gestos más profanos, todas las palabras sagradas y todos los enigmas de su espalda.
Con él era capaz de tantos roces sabios, tanto amor contenido y tanta inventiva desbordada que no pude sino abandonarme sin rumbo en el cielo de su boca.
Supe entonces que estaba disfrutando de un regalo robado, y se me llenó la lengua del sabor amargo de la traición, del áspero placer ajeno, de la vergüenza del intruso al que pillan revelando un secreto.

Sufrir un desamor es como morir de frío.

lunes, 29 de mayo de 2006

El hombre de mis sueños



Está bien, quizá no sea la imagen que esperaba subir, pero creo que le debo un homenaje a este señor.
Al fin y al cabo, ha protagonizado algunos de mis sueños eróticos más recientes.
Qué quereis, a mí eso de jugar a los médicos siempre me gustó mucho, y un bastón puede dar mucho de sí...
Vale, ya sé que me expongo a mofas y burlas en público por esta confesión indecente, pero estoy dispuesta a asumir las consecuencias!
En fin, dejémonos de tanta seriedad, tanta cursilería barata y tanto texto mediocre (o francamente malo, la inspiración se me escapa entre los dedos...) y disfrutemos de algo tan terrenal, superficial y terriblemente vulgar como es una serie de televisión. Viva la frivolidad!

El borde de mis párpados...

... y el porqué de lo que escribo (y no desisto).
¿Acaso no ha entendido todavía, viejo y podrido retrógrada,
que escribo para lanzarles flechas a los pieles roja?

Escribo porque sí, porque no, porque tal vez,
quizá, mañana, otro día, no lo sé,
escribo por el mundo, por su hija, por usted,
porque duele, porque llueve, por joder.
Escribo porque quemo, porque observo, porque la vida,
porque mancho, porque caigo, porque me alivia.
Escribo por mí, por otros, escribo y recito
por su boca, por su piel, por sus gritos.
Escribo porque lejos, porque tiemblo, porque vuelvo,
porque siento, porque beso, porque tengo.
Escribo, me enredo...
y tú dibujas la curva de mi pecho
con lo leve de tu vuelo.

(A Samuel, que me dio la idea).

domingo, 28 de mayo de 2006

Con hache de amor (mayúsculo)

Hace algún tiempo tuve un ataque de insomnio incontrolado. Mi médico dice que ya estoy bien, o al menos, todo lo bien que puedo estar. Durante ese interminable periodo de reflexiones absurdas y ojeras grisáceas, me inventé un personaje cada noche. También escribí esto:
Me queman los labios. Quiero decir, me arde la boca. Y la tengo inflamada y roja, y me gusta así entreabierta, como sugiriendo la entrada a otros mundos de fuego donde poder derretirse de amor y deseo mezclados. Tengo la boca roja y el corazón caliente. Y escribo sin ton ni son, ni saber muy bien dónde poner los acentos y con el miedo que me persigue, notando su aliento fétido en mi nuca. Es persistente el miedo. Insiste demasiado, pero eso podría salvarme. Cuando se conjugan el amor y el miedo me convierto en un mecanismo de reacciones insospechadas, en un resorte estirado y a punto de ceder.
Quiero crearme un rostro más duro frente al espejo, más intenso, y aprieto muy fuerte la boca logrando una patética mueca, en un vano intento de hacerme creer que soy más de lo que veo.
Buceo en mi interior y sólo acierto a descubrir luces apagadas, con la bombilla aún tibia. Sin embargo, albergo un atisbo de esperanza, una mezcla de confianza y secreta vanidad; y es que yo debo estar hecha de otra materia. No de esa pasta convencional, sensible al cambio de temperatura y otras inclemencias del tiempo, aunque tampoco de esa luz etérea con la que se construyen los ángeles, no.
Mi cuerpo se me antoja un refugio sólido y seguro, donde es posible abrigar algún alma desvalida en las noches en la que el mundo no ofrece más escondite que las esquinas que rezuman olor a orín y cerveza caliente.
Yo sería entonces una tabla de salvación, la única posible para las almas llenas de sudor y tormento, un lugar cálido de donde escapar de la fealdad que impera en este mundo, del reino de lo cotidiano.
Seré una de esas criaturas de excepción que tienden a lo infinito, que ansían alcanzar lo sublime de cualquier modo, desechando cualquier dilema existencial o juicio moral de los actos propios y ajenos. Cualquier cosa vale si está encaminada a la búsqueda de lo absoluto.
El ansia de la vida siempre es más poderosa que la pulsión de muerte, aunque en mí habiten estas dos tendencias, y cada una pugne por sobreponerse al contrario. Es la eterna lucha con el enemigo que es uno mismo, hay alguien dentro de mí que pelea, rabioso, por vencer a ese otro que soy yo mismo.
En mí existen dos corrientes antagónicas, aparentemente contradictorias, que, sin embargo, se necesitan para sobrevivir. Se afierran con una fuerza que me desconocía hasta este momento; y es que no son nada sin su rival, que justifica su existencia.
Sólo hay un fenómeno de mi cuerpo que no conoce contrincante: el Hambre. Sí, así, con mayúscula. Una mayúscula sonora, que llena la boca.
Mi Hambre es insuperable: no tiene rival posible. Y no me refiero al Hambre de pan ni a la sed de agua. La mía es un Hambre de inmensidad, de grandeza, de belleza. Mi Hambre siempre reclama bocados más exquisitos, golpes más fuertes, caricias más intensas.
Mi Hambre se agita, inquieta, perpetuamente insatisfecha. Hay algún modo de apaciguarla, alimentándola de caramelos y otros caprichos indecentes que calman momentáneamente su furia.
Pero siempre vuelve, con un apetito voraz, y tengo que controlarla para que no me engulla sin remedio, arrollándolo todo a su paso. Por eso soy una niña redonda y hambrienta: porque mi Hambre quiere verlo, saberlo y probarlo todo.

miércoles, 24 de mayo de 2006

Si grito al espejo, refleja mi eco.

Soy aquella a la que nunca miras de verdad, a la que apenas saludas en el rellano, a la que no felicitas en Navidad. Aquella que camina de puntillas, que te roba los folletos publicitarios del buzón, que te mira de reojo en el supermercado. Soy aquella a la que siempre se te olvida invitar, aquella con la que nadie cuenta, que nunca sabe bien si iba o volvía. Me he convertido en tu sombra.
[...]
Estoy planeando un asesinato. Y no crean que es tarea fácil. Mi vida se reduce a estas cuatro paredes, desde donde observo la calle, anoto sus idas y venidas, escribo todo lo que se me ocurre y me escondo, proyectando mi silueta en la ventana. Mi vida se reduce a esto: a mantenerme oculta, dibujada tras las cortinas, esperando mi gran momento.Pero no sé retirarme a tiempo. Cuando te vas, siempre me dejas un sabor agridulce en las pestañas, me dejas cansada y triste, pero satisfecha al fin, suspirando de eterna gratitud por prestarme tu alma un segundo. Me acurruco entre otros brazos, te oigo respirar despacio tras la puerta y me invade una ternura infinita a la que no le puede el sueño. Reparto caricias sin pensar, imagino tu cuerpo como un animal dormido, te invento recién amanecido. Pero a veces también me canso de esperar, de compartirte con otras de carne y hueso, de perderte de vista. Y echo a correr hacia la playa. Estoy planenado un asesinato. Y no crean que es tarea fácil. Pero no te preocupes, mi amor, que nos quedará todo el tiempo del mundo para querernos...

martes, 23 de mayo de 2006

Anuncios breves (II)

Se busca un hombre...

... capaz de citar a Pound de memoria, que sepa deletrear "Nietzsche" y confiese sus vicios más indecentes sin pestañear.
Se busca un hombre que prefiera la belleza a la virtud, que lea (y entienda) a Joyce, a Miller y a Kafka, que recite a Rimbaud en sus horas bajas, que tenga pretensiones artísticas, que cuente las nubes y hable en sueños.
Se busca cinéfilo empedernido adicto a cualquier sensación placentera, que pueda cantar el abecedario al revés mientras reflexiona sobre cuestiones metafísicas, que lea a Borges en el metro, que coleccione miradas sin fecha y fotos de nebulosas espaciales.
Se busca un hombre que aún recuerde cómo se juega a la rayuela, con tendencia a la contradicción y alérgico a ______________________ (complétese con lo que proceda).

Indispensable: Se requiere cierto grado de locura y valentía.
Cretinos y/o católicos convencidos, abstenerse.

viernes, 19 de mayo de 2006

Un regalo a destiempo

Llamar amor a lo que tú y yo hacemos
es cometer un sensiblería
indigna de nosotros,
que aún somos amantes.
Eso es mejor que lo hagan los demás,
aquéllos que precisan aguar un vino fuerte.
Lo nuestro es un fenómeno distinto,
sin nigún circunloquio,
sin grumos literarios.
Se manifiesta en el arrastramiento recíproco.
Consiste en una prospección
para obtener placer y para darlo,
un hurto generoso que se ofrece egoísta.
Es un duro trabajo en las calderas
de nuestra intimidad, un primitivo
cerco en torno al castillo de la vida.
La carne se alimenta de la carne,
de su mutuo veneno jubiloso.
Lo que hacemos tú y yo no es el amor.
A no ser que se entienda por ello un sacrificio
donde nos ofrecemos a los dioses suicidas
que habitan en el pozo de nuestra propia sangre.
Para nombrarlo habría que incurrir
en palabras que algunos consideran obscenas,
aunque la obscenidad tampoco lo define
porque no pretendemos aleccionar a nadie
ni sobre el impudor, ni sobre la virtud.
Lo que mejor explica, sin agotarla nunca,
la bárbara pureza del deseo recíproco
es una cacería de animales
y el hartazgo feliz en que se sacian,
con los ojos cerrados contra el tiempo,
en el ávaro éxtasis de su feroz banquete.
Para la bestia octópoda que engendramos tú y yo,
son una estupidez los términos pacíficos,
un triste deshonor en la batalla.
No hacemos el amor,
devalijamos
con codicia
nocturna
en la casa del cuerpo.

(Es un secerto, no se lo digas a nadie, pero... Eres el mejor regalo que me han hecho nunca.)

lunes, 15 de mayo de 2006

SMS que nunca te dije

Te cambio mis versos más secretos, mi aliento, la yema de mis dedos...
Te cambio mis ganas, mis abrazos soñolientos, mis palabras desnudas...
Te cambio todas las promesas que me quedan por cumplir, todos los atardeceres que nos perdimos, todos los mapas del deseo...
Te cambio todo el calor de mi cuerpo por una tarde de lluvia. Juntos.

sábado, 6 de mayo de 2006

Versos acristalados

...Déjame decirte
Que la tinta usada
La he robado de los ríos de tus venas
Y no fue suficiente para calmar
La sed voraz de mi corazón...

Anuncios breves

Joven aspirante a cualquier cosa busca poeta inspirado que le mire a los ojos, le bese la boca y le haga sufrir. Interesados, dejen un mensaje telepático o háganse ver.