miércoles, 29 de noviembre de 2006

Adivinanzas

Eran las nueve y diez y yo estaba desayunando, cuando él apareció en la cocina y se sentó en el taburete que quedaba justo a mi derecha. Traía ensayada la cara de circunstancias.
- Venga, dime ¿qué es lo que pasa?
No hubo respuesta. Se limitó a crujirse los nudillos, dubitativo.
- Te dejo dinero, comida, mi cama, ya lo sabes, pero ese libro no puedo prestarlo...
- No van por ahí los tiros, reaccionó al fin. Tengo un problema.
- Perfecto. Empezamos bien.
- Tengo que descifrar esto. Si consigues deshacer el enredo, te regalo lo que quieras.
Y me tendió un críptico mensaje. Bueno, exagero; sólo era un folio con algo parecido a un dibujo, en el mejor de los casos. Un garabato, en el peor de ellos. Se parecía a esto:

Lo observé unos segundos, distraída, procurando que no se me deshiciera la galleta en el tramo crítico que va del tazón a la boca.
- ¿Harás cualquier cosa que te pida? ¿En serio?
- En serio. Lo que sea, lo prometo.
- Hecho. Mira, es muy fácil.
Entonces aparté mi tazón del desayuno y empezé a citar a Lacan y a hablar en francés. Él, como casi siempre en estos casos, me pidió que dejara de acelerar tanto, que se estaba perdiendo entre tanto "objet petit a".
- Pero si está clarísimo. Yo ya había visto este esquema, pero al revés. Bueno, no al revés exactamente, sino con un giro de 90 grados...
Él frunció el ceño, pero proseguí.
- Esto va de relaciones sádicas. La V es "volonté", designa voluntad de gozar, o, si lo prefieres, la actitud del sujeto sádico que encuentra placer en el dolor del otro. Aquí, S representa al objeto sufriente, la víctima que se confirma a sí misma, resistiendo a la humillación, o mejor dicho, a través de ella. Así, el nivel superior del esquema, V ---> S, denota la relación sádica manifiesta: el pervertido sádico da cuerpo a la voluntad-de-gozar que atormenta a la víctima para obtener la plenitud de ser. (¿Qué bonito, no te parece? "Plenitud de ser"...) Pero la tesis de Lacan es que esta relación manifiesta oculta otra relación latente. En ella, el objeto causa de deseo del sujeto hendido es representado en el nivel más bajo del esquema: se trata de la relación del objeto-causa de deseo del sujeto hendido. O algo así, no lo recuerdo muy bien. En realidad, el sádico no es más que es un semblante cuya verdad es el objeto a lacaniano: su “verdadera” posición es la de un objeto-instrumento del goce del Otro. Y no sé si lo habrás notado, pero Otro lleva mayúscula.
Me miró con cara de incredulidad, como si me lo estuviera inventando.
- Oye, no me pongas esa cara, que esto no lo digo yo. Lo leí en un tipo muy serio, esloveno y con barba.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Se-para-dos

El eterno indeciso
Se me nota, seguro. Se me nota porque con el resto de compañeras de piso no muestro más que una cortés indiferencia, pero a ella le cedo mi turno en la ducha aunque no me lo pida. Se me nota porque adapto mi horario al suyo, porque busco la excusa más tonta para cruzarme con ella, porque me despierto a las siete de la mañana aunque no tenga clase, sólo para poder mirarla a gusto y sin disimulo mientras desayuna. Ella aún está medio dormida y sin vestir, con las marcas de las sábanas en las mejillas. Me gusta cuando bosteza, arqueando la espalda, espantando los restos de sueño de sus párpados. Me gusta hacerla reír haciendo el idiota.La espío cuando está en el baño. Ella lo sabe, por eso deja siempre la puerta entreabierta. La observo frente al espejo y ella hace como que no me ve y me ofrece su cuerpo blanco y resbaladizo, salpicado de pecas que parecen estrellas.
Cuando tiendo en la terraza, huelo su ropa limpia, todavía mojada. Cuando está enferma se pone más pálida y apenas come, y entonces le llevo chucherías al cuarto y me lo agradece con una sonrisa en la que yo podría perderme días. Cuando le hago cosquillas se sonroja, sale corriendo en dirección al sofá entre carcajadas y así puedo perseguirla y apretarla fuerte contra mí.Me gusta adivinar su estado de ánimo por el tono de su voz, y, de noche, escuchar su música a través de la única pared que nos separa: Radiohead si está triste y llueve, Chet Baker si está alegre y frívola, Tom Waits los días impares, Jacques Brel para curarse las heridas, Wilco para abrirse el apetito, Jeff Buckley para casi todo.
Le dejo notas en su cuarto, a veces dibujos o postales en blanco y negro, incluso folletos de agencias de viajes con recorridos trazados por países que jamás conoceremos. Algunos días me pide que le anude el lazo de un vestido o que le cepille el pelo, y luego se lo recojo en una coleta alta y aprovecho para besarle el cuello, donde tiene la piel tan fina y suave que parece de mentira.

La nueva inquilina
Cada noche imagino que se colará en mi cuarto sin llamar a la puerta, yo le estaré esperando, le tenderé los brazos y se meterá en mi cama y todo ocurrirá, pero cada noche me quedo despierta, nerviosa, y no ocurre nada.

Línea 12 (Parte II)

(Sí, este es el viejo truco de publicar textos que escribí hace tiempo, para que no se note demasiado que estoy tan ocupada atendiendo vicios indecentes, respirando oxígeno a borbotones y procurando parpadear de vez en cuando que se me ha olvidado cómo iba eso de la inspiración. No me lo tengan muy en cuenta. Al menos, no por esta vez.)

Qué quieres que le haga, mis amantes ocasionales siempre me parecen mucho menos divertidos y guapos al día siguiente, mucho menos ocurrentes e ingeniosos. Bastante tengo con compartir sábanas con un desconocido, para que además el susodicho amanezca inoportunamente dicharachero y se me ponga a disertar sobre la importancia de un desayuno equilibrado. El problema es que con gente así no hay manera de descansar después de correrse. Y el par de polvos que me echó aquel chico del autobús resultaron especialmente agotadores. Yo no tenía intención de levantarme en todo el día, pero él empezó a curiosear por el dormitorio. Me incomodaba mucho que hurgara entre mis cosas, que me juzgara por los discos que se apilaban en los estantes (sí, escucho a Sigur Ros, ¿qué pasa?). Cuando le vi por primera vez me llamó la atención porque flotaba entre la multitud y se le notaba cómodo con su cuerpo. Volvimos a cruzarnos un par de días más tarde, en un pub abarrotado de estudiantes universitarios. A escasos milímetros el uno del otro, de nuevo. Bailaba increíblemente bien, rodée su cuello con mis brazos y nos mecimos al ritmo de la música. Le invité a venir a casa de madrugada, en un súbito arranque de excitación y espontaneidad. Todo iba muy bien, había sido educado durante el trayecto hasta el piso y agradablemente perverso después. El asunto se complicó cuando me preguntó si podía quedarse a dormir. Me da pereza volver a casa a esta hora, dijo. No pude más que aceptar, claro, y eso que él no vivía a más de diez minutos. Ahora me parecía torpe e indeciso, tropezando con la ropa que dejamos tirada por el suelo. Por favor, que no toque nada, que se vaya ya... No quedaba ni rastro del tipo carismático, encantador y lleno de talento con el que me había cruzado en un autobús de la línea 12 y con el que el azar me había hecho reencontrarme un jueves por la noche.
- Oye, no te ofendas, pero son las nueve y pico y creo que ya lo hemos alargado más de lo necesario. Deberías marcharte, en serio, a clase o a trabajar o a dormir o donde sea que tengas que ir un viernes por la mañana, le dije incorporándome sobre la almohada.
-Eso suena a despedida.
No, la verdad es que no podía decirse que fuera muy listo el pobre.
-Es que verás, no soporto a la gente mucho tiempo seguido. Me aburre.
-¿Te aburro?
-No, tú no... Bueno, quiero decir, no me aburres tú en particular. Simplemente quiero despertarme y que no quede nadie a mi lado, ¿entiendes? Que se evaporen, que desaparezcan mientras duermo, sin charlitas ni notas ni explicaciones ni visita guiada por mi habitación.
-Bueno, pues me visto, como quieras... No sé, pensé que quizá quisieras que nos ducháramos juntos o algo, luego puedo llevarte a la facultad...
-No, lo siento, no acostumbro a hacer nada de eso acompañada, y menos con alguien a quien conozco desde hace escasamente cuatro días.
-Vale. No quería importunarte, sólo creí que habíamos congeniado.
Ahora me sabía un poco mal haber sido tan franca y directa, pero no tenía ganas de seguir aguantándole. Primero se creen que congeniáis y luego insisten en presentarte a su madre. Además, mi petición me parecía de lo más razonable y lícita: al fin y al cabo, esa era mi cama y yo quería estar sola.
-¿Sabes una cosa?
Ya empezábamos otra vez.
- Dime.
-Yo ya supuse que sería así. Desde el principio. Quiero decir... se te nota en la cara lo que después sucede en la cama.
-¿En serio? ¿Llevo la palabra orgasmo escrita en algún sitio?
-No, no es eso, pero salta a la vista que no tienes novio, ni lo quieres. Se nota en tu manera de mover la cabeza balanceándola despacio, en cómo mantienes la mirada sin apartar los ojos. Hambrienta, pero distante. Cuando nos vimos la primera vez, en el autobús, me pareciste febril y distinta, con una llamada de auxilio grabada en los dedos. Nada que ver con esas chicas que se mueren por algo de atención. Ayer también se notaba por la ropa. Una chica con novio o ganas de tenerlo jamás se habría puesto ese vestido. No es que fuera vulgar, ni demasiado ceñido, nada de eso... Sólo que resultaba evidente que no llevabas... Ehm, bueno, eso, que no llevabas nada debajo... Quiero decir, nada de medias o cosas por el estilo, que impidieran...Se estaba liando solo y empezaba a tartamudear, y ofrecía una imagen deplorable. Acudí a socorrerle.
-Sí, ya entiendo.
Lo cierto es que no entendía nada de nada, pero me vencía el sueño y no se me ocurrió mejor táctica que darle la razón.
-Oye, ¿puedo preguntarte una cosa?
-Claro, gruñí.
-¿Qué fue lo que te llevó a hablarme en el autobús? ¿Por qué me elegiste? ¿Y por qué te decidiste anoche?
-Bueno, lo del bus era pura provocación, sólo estaba jugando, hasta que llegamos a mi parada y tuve que bajarme. Aunque me gustó que te atrevieras a acariciarme justo antes de separarnos. Pero ayer te vi y me pareciste cambiado: me di cuenta de que ya era tarde para retomarlo donde lo dejamos... Lo de anoche fue pura casualidad: estabas en el sitio indicado a la hora adecuada. Podría haber acabado con otro.
-¿Entonces? No lo entiendo... ¿Por qué...?
-Sólo te elegí porque no te sabías la letra de las canciones de moda, porque fuiste el único capaz de articular tu nombre con claridad, porque eras de los pocos en esa fiesta que no iba borracho ni llevaba una camisa hortera.
- ...
-¿Responde eso a tu pregunta?
-Sí.

Ni siquiera hizo falta que me levantara a acompañarle hasta la puerta. Antes de volver a dormirme, me juré a mí misma que cambiaría de trayecto para ir a clase. Incluso iría en bici, si era necesario. Oí cómo cerraba de golpe.
Por fin. Silencio y sesenta centímetros más de colchón.

martes, 21 de noviembre de 2006

IN-BOX: Reply Message

El día había empezado mal, muy mal. Se quemó con el café, hecho que ya auguraba, de buena mañana, las terribles circunstancias que le acompañarían el resto de la jornada laboral. Aún le escocían la lengua y el paladar. Tardó veintitrés minutos en encontrar las llaves de casa, antes de recordar que las había dejado en el bolsillo trasero del pantalón del día anterior. Ese mismo pantalón sucio que, inexplicablemente, estaba tirado en la bañera. Gruñía, mascullaba, profería insultos muy poco creativos a la madre de su jefe. "Como siga así terminaré neurótico perdido, mi psiquiatra podrá forrarse la consulta con billetes de quinientos... Sí, buenos días, sólo venía a por unas recetas de Xanax...Catorce, para ser precisos". Daba vueltas sin sentido, recorriendo el pasillo una y otra vez, abriendo cajones en la cocina, rebuscando entre papeles un documento que se le antojaba indispensable. Dame un respiro, musitó, mirando hacia arriba. Nunca supe del todo bien a qué tipo de divinidad se dirigía. Comprobó su cuenta de correo electrónico antes de salir. Entre mensajes de compañeros de trabajo, cartas de la oficina y publicidad igual de indeseable, un e-mail le llamó particularmente la atención. Se detuvo a leerlo.

From: *************@hotmail.com
To: **********@msn.com

Ella, por fin. Había rechazado un encuentro que podía haber sido crucial algunas semanas atrás y, aunque no quería reconocerlo, esperaba ansioso nuevas noticias, la posibilidad de... Bah, ya sabes.

Subject: Ocurre que tengo...
una especie de don para estar ocupada en los momentos decisivos. Y el don de ser asombrosamente inoportuna el resto del tiempo. Contigo se conjugan mis dos "virtudes" y nunca consigo lo que quiero. Ojalá hubiera podido verte esa noche, estaba dispuesta a llenar mi casa de gritos y ropa tirada por el suelo. Pero el destino se las apaña para torcerme los planes, siempre. Asi que he tenido que conformarme con asesinos de cuerpos y trenes descarrilados y otros delirios estúpidos que me asaltan cuando te pienso y estás lejos. Fóllame duro y yo gemiré como cuando tenía quince años. Respiraré fuerte, jadeando con las piernas muy muy abiertas, como cuando un tipo parecido a ti (pero con menos escrúpulos, dispuesto a violarme la inocencia... joder, cómo me gustaba) me inició al sexo y yo todavía era incapaz de controlar la vibración del orgasmo en mi entrepierna. Bien pensado, eso todavía me ocurre: el placer acechándome siempre, escondido detrás de cualquier esquina... La realidad del asunto es que creo que ya sé por dónde empezar contigo y dejarme, al fin, de tantos esfuerzos inútiles y poco eficaces. Dame sólo unas horas y te lo enseño todo. Avísame y nos vemos cuando quieras.

Bien. Así me gusta, pensó. Empiezas a ser una chica razonable. Parecía que, por fin, el día tomaba un rumbo distinto. Todo se arreglaba.
Una poderosa erección se hacía evidente bajo su pantalón vaquero. La hinchazón era considerable, casi dolorosa. Aquello prometía. Hizo un par de llamadas telefónicas. Recogió sus cosas y salió a la calle.
Esa noche iba a ser memorable. Vaya que sí.

jueves, 16 de noviembre de 2006

Dios creó la noche al cuarto día,
no cual no deja de ser irónico.

domingo, 12 de noviembre de 2006

Relatos minúsculos

Yo sé que al tipo que fumaba como un carretero le parecí rara desde el principio, principalmente por criticar los colores de su corbata y llevar más escote lo que resultaba estrictamente decente para asistir a aquel tipo de evento serio, y por no dejar de hablar de mí cuando lo correcto hubiese sido, como mucho, citar a Chomsky con aire misterioso y no volver a abrir la boca durante el resto de la velada. En fin. No debí aceptar la invitación, y más tratándose de ti. Nada de líos con profesores de la facultad. Sólo es una cena, argumentaste, quizá te lo pases bien. Pero ese sitio repleto de conferenciantes estúpidamente pretenciosos me daba ganas de emborracharme a conciencia y hablar más de lo permitido. Seguro que tú disfrutaste con aquella reunión de universitarios viejos. Seguro que yo disfruté bastante más que tú. Al día siguente por fin brillaba el sol tras una semana de melancolía, y salí descalza, para notar la hierba bajo los pies. Y nada más.

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Mira que se lo dije, nada de extravagancias de las tuyas o me harás quedar como un idiota delante de los compañeros del Departamento, y lo que es peor, perderé parte de mi reputación de hombre suficiente y altanero. Te llevo, pero pórtate bien. Parece que tendré que seguir ensayando el tono paternal. Cuando llegamos a la cena, tras el Congreso de Lingüística, se puso a hablar alto y llamó la atención sin remedio, ella nunca fue discreta y elegante. Es una especie de huracán de desequilibrio y descontrol, siempre atraída por los excesos y los límites imposibles y el abismo y la vulgaridad y las palabras obscenas. Yo aspiraba publicar un estudio sobre la obra de **** que me había costado un año y pico redactar, y ella lo iba a echar todo a perder. Pensé que debería haber venir sin acompañante, mejor solo que con una estudiante de tercero, guapa, eso sí, pero con poco o ningún sentido de la educación y la decencia. En fin. Yo le hacía poco caso, mostraba una actitud distante, silenciosa y sabia, que me permitía codearme con los críticos más distinguidos de la fiesta. Cuando ya había bebido más de la cuenta y temía tener que llevarla a casa a rastras, incluso tener que acostarla yo mismo, cayó del cielo un alma caritativa que accedió a acompañarla al baño para se despejara un poco y dejara de soltar barbaridades en público, dejándome en evidencia ante tanta gente. A partir de ahí me olvidé de ella, desapareció por completo y caí en la cuenta al final de la noche, cuando los camareros recogían los platos sucios, los ilustres catedráticos volvían a sus hoteles y yo volvía a mi apartamento. Solo. Me asaltó la preocupación, pero enseguida pensé que una chica como ella sabría arreglárselas, aunque tuviera una facilidad innata para meterse en líos. Tardé muy poco en dormirme.

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Estaba fuera, fumándome el decimosexto cigarrillo del día, cuando apareció aquella chica vestida de negro, extraña y a su manera, atractiva. Muy joven, casi una cría. Peor, una niñata. Pero me gustaba mucho. Le seguía un tipo serio y aburrido. No volví a reparar en su presencia hasta un par de horas más tarde, cuando la vi caminar (acompañada de una de mis colegas de la Universidad de *********, Mº José Izquierdo, que siempre se presta a este tipo de acciones altruistas y desinteresadas) cabizbaja pero sonriendo, hacia el baño de señoras, al fondo del reservado, supongo que para intentar calmarse echándose agua fría en la cara. Hasta entonces, la velada había sido tremendamente insulsa: comida mala, camareros torpes, ni una sola conversación divertida. Me pasé la tarde de conferencias dormitando en la silla, procurando que no se notara demasiado mi absoluta falta de interés por la lingüística computacional y sus aplicaciones prácticas. Lugares comunes repetidos incansablemente. En fin.Pero vi a la chica de negro y salté sobre aquella oportunidad como una fiera sobre su presa. Le conté a mi compañera no sé bien qué historia, explicándole que la chica y yo nos conocíamos, quizá que era la sobrina de algún amigo, o mi protegida, vete a saber qué le diría. En cualquier caso, lo importante es que se lo tragó y la chica no protestó lo más mínimo, asintiendo con la cabeza, musitando incluso: "Menos mal que has venido... Por cierto, llevas una corbata que es para matarte" pero creo que esto último resultó incomprensible para Mº José. Me dejó con esa preciosidad colgada del cuello y se marchó a su sitio, donde ya iban llegando los postres. Joder, me dije, ¿y ahora qué? Pero no tuve tiempo de pensar demasiado porque la chica me agarró fuerte de la mano, y exclamó, con un tono decidido, que se aburría mortalmente y que era mejor marcharse de allí cuanto antes. Me preguntó si había venido en coche, a lo que contesté afirmativamente. Yo te guío, me dijo, traviesa y excitada. Follamos en una cama estrecha, en una habitación llena de peluches de niña. Se desnudó con un ansia que no había visto nunca antes. Al acabar se acomodó en mi pecho y suspiró hondo. Reinaba un extraño silencio en la casa. Al día siguiente abrí los ojos y la sorpendí observándome. Me comentó algo de salir al jardín sin zapatos, que hoy hacía sol y daban ganas de todo. Yo le besé la frente, me vestí rápido y me marché sin girarme una sola vez.

lunes, 6 de noviembre de 2006

H2O

Encontraron su cuerpo tres días después, hinchado por el agua, con el rostro desfigurado y los bolsillos vacíos. A mí me dijeron que la corriente lo había arrastrado río abajo, que había decidido suicidarse aquel domingo de madrugada, cuando volvía a casa. Lo imagino entonces, fumando tabaco negro, hambriento y sin afeitar. Me dijeron que se tiró desde el puente, que quizá fuera borracho o colocado, que probablemente estuviera chiflado o inexplicablemente triste.Pero yo sé que en realidad murió ahogado porque quiso beberse la luna en el reflejo del agua, sorber entero aquel disco de plata, fundirse con esa luz casi tan suave y tibia como mis caricias.Y él no era de los que se rinden con facilidad. De hecho, casi lo consigue, porque yo vi las marcas de estaño en sus párpados cuando lo descubrieron en el fondo del río. La luna ya no sale nunca. Se esconde en el cielo, vestida de luto.

jueves, 2 de noviembre de 2006

[Acotaciones metafísicas]

Últimamente mantengo conversaciones tan intensas y profundamente reveladoras como éstas:

[Señalando mi bolsa de caramelos]
Él - No entiendo cómo puedes comer tantas cosas de ésas.
Ella - Si te gustaran tanto como a mí, lo entenderías.
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[Con una sonrisa en la cara]
Él - Eres una chica encantadora.
Ella - Ya, y eso que todavía no me he puesto de rodillas.

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[Un día en el que me sentía especialmente triste y autodestructiva]
Ella - ¿Tienes por ahí una pistola cargada?
Él - Uhm... No. ¿Te sirve media tonelada de nitroglicerina?

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[Muy serio, con ademán de cineasta de la Nouvelle Vague]
Él - Habría rodado una docena de pelis porno por el simple placer de admirar tus grandiosas tetas en la pantalla.

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Él - No puedo evitar mirarte sin pensar que estás hecha para otra cosa mejor que para hablar, pero me resulta difícil hablar sin mirarte.
[Ella le lanza una mirada llena de laberintos, entre cómplice y socarrona]
Él - Sí, vale, está bien, tú ganas. Es un puto plagio, Vian escribió esa frase mucho antes que yo. Pero no creas que la afirmación dejade ser cierta por semejante nimiedad.

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Él - ...y me confunden tus besos, y ya no sé dónde termina tu cuerpo y empieza el cielo...
[Ella se queda Atónita, con a mayúscula]
Ella - Dime, ¿cuánto tiempo has ensayado para que te quedara natural algo así de cursi?

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[De repente, en una habitación a oscuras, tras un polvo casi interminable, cuando caimos rendidos en la cama y yo empezaba a sumergirme en el sueño]
Él - Necesito un trago, Jack. Ponme un whisky. Doble.
Ella - ¿Qué?
Él - Nada, es que siempre quise decir esa frase en algún momento de mi vida, y me pareció que éste era el indicado...
Ella - ...
Él - ...
Ella - Duérmete, anda.

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Él - Eres jodidamente hermosa.
Ella - ¡Qué va, eso es que te pasaste ayer noche con la ginebra, y llevas una resaca tan terrible que por poco no la cuentas!
[Él se ríe despacio]
Ella - ¿Ves? Eso son ruidos de tu hígado, que se queja.

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Él - Te voy a regalar una camiseta en la que ponga "Best Sucker in Town".
Ella - Por eso me gustas tanto: eres de un romanticismo insuperable.

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[Una tarde de lluvia]
Él - ¿Por qué no lo mandamos todo a la mierda, nos escapamos lejos de aquí y nos fugamos a vivir a un lugar donde no nos conozca nadie? Yo te haría un montón de hijos, y seríamosfelices los dos juntos... ¿Quieres?
Ella - Claro. ¿Le has puesto gasolina al coche?
Él - Uhm... No.
Ella - Mierdra. Me parece que a este plan le falla algo.
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