Eran las nueve y diez y yo estaba desayunando, cuando él apareció en la cocina y se sentó en el taburete que quedaba justo a mi derecha. Traía ensayada la cara de circunstancias.
- Venga, dime ¿qué es lo que pasa?
No hubo respuesta. Se limitó a crujirse los nudillos, dubitativo.
- Te dejo dinero, comida, mi cama, ya lo sabes, pero ese libro no puedo prestarlo...
- No van por ahí los tiros, reaccionó al fin. Tengo un problema.
- Perfecto. Empezamos bien.
- Tengo que descifrar esto. Si consigues deshacer el enredo, te regalo lo que quieras.
Y me tendió un críptico mensaje. Bueno, exagero; sólo era un folio con algo parecido a un dibujo, en el mejor de los casos. Un garabato, en el peor de ellos. Se parecía a esto:
Lo observé unos segundos, distraída, procurando que no se me deshiciera la galleta en el tramo crítico que va del tazón a la boca.
- ¿Harás cualquier cosa que te pida? ¿En serio?
- En serio. Lo que sea, lo prometo.
- Hecho. Mira, es muy fácil.
Entonces aparté mi tazón del desayuno y empezé a citar a Lacan y a hablar en francés. Él, como casi siempre en estos casos, me pidió que dejara de acelerar tanto, que se estaba perdiendo entre tanto "objet petit a".
- Pero si está clarísimo. Yo ya había visto este esquema, pero al revés. Bueno, no al revés exactamente, sino con un giro de 90 grados...
Él frunció el ceño, pero proseguí.
- Esto va de relaciones sádicas. La V es "volonté", designa voluntad de gozar, o, si lo prefieres, la actitud del sujeto sádico que encuentra placer en el dolor del otro. Aquí, S representa al objeto sufriente, la víctima que se confirma a sí misma, resistiendo a la humillación, o mejor dicho, a través de ella. Así, el nivel superior del esquema, V ---> S, denota la relación sádica manifiesta: el pervertido sádico da cuerpo a la voluntad-de-gozar que atormenta a la víctima para obtener la plenitud de ser. (¿Qué bonito, no te parece? "Plenitud de ser"...) Pero la tesis de Lacan es que esta relación manifiesta oculta otra relación latente. En ella, el objeto causa de deseo del sujeto hendido es representado en el nivel más bajo del esquema: se trata de la relación del objeto-causa de deseo del sujeto hendido. O algo así, no lo recuerdo muy bien. En realidad, el sádico no es más que es un semblante cuya verdad es el objeto a lacaniano: su “verdadera” posición es la de un objeto-instrumento del goce del Otro. Y no sé si lo habrás notado, pero Otro lleva mayúscula.
Me miró con cara de incredulidad, como si me lo estuviera inventando.
- Oye, no me pongas esa cara, que esto no lo digo yo. Lo leí en un tipo muy serio, esloveno y con barba.
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