sábado, 19 de julio de 2008

domingo, 2 de diciembre de 2007

Hoy.

Siempre aparece sin avisar los domingos por la tarde, hablamos un poco y me acaricia apretando fuerte, como una bestia en celo. Viene los domingos y el resto del tiempo no sé qué hace ni dónde va. La mayoría de las veces nos limitamos a devorarnos con la mirada, como caníbales hambrientos. Ya de madrugada me dice que siempre igual, siempre persiguiendo libros o desconocidos. Que me gusta demasiado tentar a la suerte. Que algún día se me torcerá la jugada y acabaré sola. Yo no contesto porque sé que es inútil, aunque intentara explicarle que me dedico a naufragar por las noches para escapar del agua estancada y la podredumbre que lo engulle todo, se empeñaría en no hacerme caso. Una vez se enfadó por un asunto que ya no recuerdo y se puso a patearme como un loco, hizo temblar las paredes y los cristales, resonaron las vibraciones de sus puñetazos en todo el edificio. Cuando está borracho no hay manera de entenderse con él: lo tiñe todo de literatura barata, empieza a decir cosas como “Mi único refugio es un barco de piedra cruda, un navío de óxido y musgo gris”, tira cosas al suelo entre gritos y golpes. Mezcla escenas de películas y recuerdos inventados, se pone hecho una furia si me atrevo a contradecirle en algo. Cuando tiene un día malo viene y se queda sentado en silencio, a mí me desquicia verle así callado, por lo que acabo soltando alguna estupidez y él aprovecha para abalanzarse sobre mí y reventarme la cara a hostias. Después me escupe en la boca y noto cómo se mezcla el sabor de mi sangre y su saliva. Trago y sonrío. Me gusta porque me desabrocha el vestido con más ganas que nadie, y porque al fin y al cabo es el único que se ha dignado a follarme como merezco. Cuando nos puede el cansancio caemos rendidos en la cama sin hacer. Duerme con los ojos abiertos. En serio. Cuando se lo digo contesta que es porque no puede fiarse de mí, y tiene que vigilarme hasta en sueños. También me agarra de la garganta, como si tuviera miedo de que me escapara.

viernes, 9 de noviembre de 2007

12 de octubre, viernes.

La miro de lejos, como una batalla perdida de antemano, y me sigue pareciendo igual de insultantemente hermosa y frágil. Ajena a mis balbuceos mentales, ella balancea la cabeza mientras baila, distraída. Yo me limito a masticar mi amor y mi rabia.
- Es guapa, ¿verdad?
Es más, pero no se lo digo. Es el colmo de la belleza indecente. La observo de nuevo, y todo parece tan obsceno a su alrededor. Se ríe, yo me derrito ahí clavada como una imbécil. En su sonrisa creo ver algo caprichoso y travieso. Se me ocurre que el resto del mundo es irrelevante cuando una mujer así deja que la mires.
- Sí. Mucho.
Me fui a casa en seguida, tarareando bajito a Brel.
Él volvió el sábado a las once, inquieto y ojeroso. Tenía la mirada esquiva y los dedos cansados. Aún llevaba, enganchados en el pelo, trocitos de una sonrisa caprichosa y traviesa.

sábado, 27 de octubre de 2007

Conversaciones ficticias (Vol.II)

Ella - ¿Tú eres de los valientes o de los cobardes?
C. - ¿Yo? Pues... De los tuyos.

miércoles, 24 de octubre de 2007

Conversaciones ficticias (Vol.I)

M. - Yo a mi primera novia le escribía comentarios en los márgenes de los libros que le prestaba.
Ella - Yo a él le dejaba notas escondidas en los bolsillos del abrigo. Por suerte no duramos juntos hasta primavera... No hubiera sabido dónde meterlas.

viernes, 19 de octubre de 2007

84.

Soñé que nunca había acabado el verano. Por la mañana llamó V. y preguntó si me apetecía desayunar con él, no dejó de insistir hasta que al fin cedí y le dije “un café y me voy corriendo”. Él soltó una carcajada que sonó sucia, como a victoria comprada. Me esperaba ya sentado en la mesa más apartada del bar cuando llegué. Tuve que cruzar la barra haciendo sonar los tacones y notando alguna mirada de desprecio ardiéndome en la nuca. Me senté y justo en seguida volví a levantarme para pedir un cortado. El camarero me ignoró pacientemente y después asintió. No sabía muy bien si quedarme ahí apoyada o volver a mi sitio, me sentí esencialmente idiota y opté por mirarme la punta de los zapatos, como si estuviera sumida en reflexiones muy profundas. V. disimulaba su nerviosismo encendiendo un cigarrillo tras otro; me habló de sus planes y delirios. Después le dejé pagar y volví a casa. Al rato me acordé de R. y del tiempo que hacía que no tenía noticias suyas. Llené la bañera y me dejé ir en el agua caliente. Me encerré en el cuarto y estuve pensando en todos los tipos buenos que he conocido desde que me instalé aquí, con alguno podría haber funcionado, pero yo no me veo compartiendo mi vacío cotidiano, necesito poder pensar en voz alta y no tener que cocinar ni recoger la ropa tirada por el suelo o preocuparme de problemas ajenos. Yo quiero poder apagar la luz y quedarme con los ojos muy abiertos imaginando la música, o levantarme a media noche y hacer ruido para espantar el miedo a la soledad.

martes, 11 de septiembre de 2007

Self - portrait


- Let´s paint the town red. We will never be
as young as we are tonight.

sábado, 25 de agosto de 2007

Cobarde

Me sé mejor que nadie. Bien sé que mi fuerte nunca ha sido la dignidad. Me hubiera humillado públicamente, un día tras otro, en hora punta en mitad de la Gran Vía si con eso hubiese conseguido arrancarte una carcajada. Me hubiera bastado tu desprecio. Me hubiera declarado culpable de cualquier delito por la promesa de tu risa.
Quisiera poder acercarme a ti alguna vez, confesártelo todo, decirte que ya son más de mil los dias de espera, las noches en las que no he conseguido dormir porque pienso en ti, pero esto no vas a saberlo jamás porque no voy a atreverme a contártelo. Y es que, además de los defectos ya enunciados (de entre los cuales el peor, sin duda, es amarte como un loco), tengo que confesar que mi fuerte tampoco ha sido nunca la valentía.

viernes, 24 de agosto de 2007

Leccion primera - Ejercite su narcisismo

Juego. Me invento todos los destinos posibles. Soy, una tras otra, enferma terminal desdichada, rehén cruelmente torturada, huérfana abandonada al nacer. En un registro menos trágico, también imagino mi ruptura, todas mis rupturas (las que ya han cicatrizado y las que vendrán después). Las construyo como un largometraje: dibujo cada escena, retoco las localizaciones, me miro mucho. Es una película aburrida: planos largos y estáticos, cámara en mano, muy cerca, captando detalles de mi cara, mi cuerpo a menos de veinte centímetros. Un ojo indiscreto observando el proceso, sin compartir el dolor o el alivio. Es una imagen rara, así como verdosa, casi de Polaroid. Mi piel parece aún más clara, me gusta esa palidez. Debe de haber algún tipo de filtro pero no sé cuál. Hablo poco, siempre se escucha el silencio.

(... Ella llorando desconsolada. Ahoga los sollozos y se tapa los ojos con las manos. La televisión encendida, sin sonido. Ella secándose las lágrimas con la manga del jersey. Ella dormitando en el sofá, por fin, con los párpados hinchados. Respira por la boca, muy hondo, muy despacio. Ella mordiéndose los labios, abrazada a un cojín. Ella en la calle sin abrigo, ruido de botines sobre el asfalto, mirada intermitente. El tráfico, los semáforos en rojo. Peatones refugiándose en su anonimato. Incesantes vagabundeos por la ciudad inhóspita. Ella observando la ventana en la que... Ella sentada en el banco en el que... Ella releyendo cartas de amor...)

Por suerte para mí, no concibo la desgracia como forma de vida aceptable a largo plazo.
Por suerte para el resto de la humanidad, no tengo vocación de mártir. Ni de cineasta.

miércoles, 1 de agosto de 2007

El amor a la intemperie.

No te creas, no siempre fue así, al principio las cosas iban bien y bromeábamos sobre envejecer juntos cogidos de la mano, y hubo un momento, un ínfimo suspiro, en el que yo llegué a creérmelo, pensé que había conseguido calmar sus ansias de destrucción, que la había hecho un poquito mía. Pero no se adiestra nunca a mujeres así, no se dejan. Primero bajan la cabeza y se dejan acariciar, ronronean, y en cuanto se cansan del juego desaparecen y no vuelves a verlas hasta muchos años después. Antes de la explosión estaba hermosa, un mar en calma, conseguía ocuparse de sí misma sin mucho esfuerzo, pero ahora que lo pienso con más tiempo me estaba mandando un montón de señales de socorro, mensajes de humo que yo no supe ver. Cuando se marchó rebusqué entre su ropa en busca de alguna pista, una explicación, cualquier cosa que me consolara, y sólo encontré papeles con garabatos y poemas largos y dibujos hechos con carboncillo.
Seis semanas después me mandó una carta explicando que se mudaba a Barcelona por no sé bien qué asunto y yo, pobre ingenuo, le contesté con verdades absolutas escritas en presente, como si todavía viviera conmigo, le dije “Me siento violento y feroz cuando te miro y sonríes. Quisiera arrancarte la risa a bocados, disfrazarme de vampiro, pedirte que te sientes en otra mesa para abordarte como aquel primer día, convencerte de que me sigas al baño, a cualquier parte, admitirte de entrada que no se me da bien esto de hacer feliz a una mujer hambrienta. Me pongo a temblar de puro miedo cuando te observo dormir con tu sueño agitado e inquieto. Sabría reconocerte con los ojos cerrados. Me aterra la idea de que te marches y no vuelvas” pero ya sabía que era inútil suplicarle, que no volvería conmigo.
Recibí una llamada, al fin, una larga noche de invierno: me levanté de golpe, sobresaltado, y descubrí que su voz todavía tenía el don de apaciguarme los dolores del alma.
- Estoy bien, te llamo de una cabina. No creo que pueda aguantar mucho, apenas tengo monedas...
- Dime, ¿dónde estás? Dímelo mi amor, en seguida voy a buscarte.
Era desastroso. Yo estaba enamorado como un loco y ella insistía en que no necesitaba que nadie fuera a buscarla, sólo quería darme su nueva dirección y desearme suerte. Su voz sonaba rara en la espesa oscuridad de una ciudad muy alejada de la mía.
- He cambiado de apartamento. Tuve que venirme a la costa, quería ver el mar, sólo por comprobar si era capaz de aguantarle la mirada. Quédate algún día que estés de paso, la playa es mucho mejor disfrutarla cuando hace frío y está desierta.
Y, sin embargo, me dio la impresión de que se estaba despidiendo de mí para siempre. Luego colgó y yo me quedé escuchando el pitido del teléfono hasta que me dormí.

Instantánea.

Le clavé las uñas en la espalda para ver si despertaba. Se giró y, con aliento de sueño, me dijo: "Me noto como un agujero en el pecho, como si me hubieran arrancado el corazón, como si me hubieran robado sus latidos, ¿has sido tú?"

jueves, 12 de julio de 2007

London III

Fish & chips en papeles de periodico grasientos. Latas de cerveza vacias. Chicos con DocMartens y chicas con Converse. Viejos borrachos vomitando en banyos publicos. La ciudad mas ruidosa del mundo. El rumor de la lluvia golpeando las ventanas. Gente hablando en voz alta por la calle, en plena batalla dialectica con el enemigo que es uno mismo. Musica en directo. Vagabundos que sonrien con una mueca, torciendo la boca. Vagabundos que tosen, aranyandose la garganta a mi paso, escupiendo saliva y bilis. Ejecutivos que no se sientan en el autobus para evitar arrugarse el traje.

Las ventanas del despacho en el que trabajo dan a un patio interior, pero yo me imagino que es Hyde Park o la tundra siberiana o el desierto de Sonora, segun mi estado de animo. En Londres no se ven las estrellas porque hay demasiada luz, siempre, incluso cuando es de noche, tan tarde que empiezas a preguntarte si no es pronto.

Es todo terriblemente feo y hermoso. Hay un profundo hedor a muerte, el olor a carne apilada y corrupta, pero de repente percibes la pureza de los actos cotidianos, y te descubres a ti mismo soltando topicos absurdos y verdaderos, afirmando que vivir es un acto de resistencia, la unica decision posible para sobrevivirle al monstruo que es esta ciudad que nunca duerme.
He hecho un sondeo entre mis companyeros. Todos, sin excepcion, tienen la certeza de estar volviendose locos. O cuerdos, quien sabe.

miércoles, 4 de julio de 2007

London II

Me siento brutal, radicalmente distinta. Llena de una furia nueva y descontrolada. Londres me ha convertido en una criatura en permanente estado de alerta. En un animal siempre al acecho.

Me siento brutal, radicalmente distinta. Pero al resto del mundo parece darle igual: el metro sigue con su incesante traqueteo por las entranyas de la ciudad, nadie cambia de acera a mi paso, mi salvaje transformacion no consta en los diarios britanicos.

martes, 3 de julio de 2007

London I

Londres es una ciudad cara y ultracompetitiva, llena de gente cool y de gente que se cree cool y de miserables dormitando em las esquinas, rezando para no amanecer muertos de frio. Es una ciudad siempre con prisas, desprovista de escrupulos, sin acento en los teclados, humeda e inclemente. Un paraiso lleno de luces parpadeantes que apuntan al cielo y gritos de neon que no se apagan nunca.
Si, ya he llegado. Londres va a ser mi cuidad durante los proximos meses. Solo tengo, de momento, un trabajo provisional, una beca Erasmus que dudo me permita sobrevivir mas de dos semanas, una habitacion casi vacia y muchas ganas de patearme las calles en busca de algo que apacigue mis demonios. Sumergirme, bucear, que se yo.
Me lo tomo como un viaje iniciatico. Quiza no sea tan dificil meter mi vida en un par de maletas, respirar hondo y dejar atras diecinueve anyos de madura inexperiencia. Al fin y al cabo, se trata de empezar de nuevo, constuirme otra vida, reinventarme cada manyana.
Quiza lo verdaderamente dificil sea tener que volver desde tan lejos, en unos meses, y descubrir que no soy la unica que ha cambiado.

jueves, 28 de junio de 2007

Pequeñas tragedias cotidianas.

Como descubrir que últimamente has crecido, pese a todo el empeño que le pusiste, por lo que tu habitación se te está quedando estrecha. Y tu mundo, de paso, también.
Intentar arreglarlo de cualquier modo. Tirarte el vaso de leche encima. Asumir que no tienes término medio. Hacer miles de promesas y prometer cumplirlas todas. Llegar tarde a citas importantes y perder el tiempo retozando en la cama. Volver a encontrarlo (el tiempo), y empeñarte en gastarlo de nuevo de la peor manera posible. Fingir el dolor y disimular el amor. Etcétera.
Decir verdades a medias y mentiras piadosas. Insistir, aunque sea por pura cabezonería. Cocinar para dos aunque vayas a cenar sola. Salir en busca de un amor de verano y acabar suplicándole al farmacéutico un par de diazepanes sin receta. Jugar a pisar únicamente las rayas del enlosado, y comprobar que los niños del parque te miran raro, como si fueras de otro planeta.
Solucionar todo lo anterior confesándole, a media voz, que te gusta verle dormir, que te gusta verle.