Amo mi desnudez, porque desnuda me bebes con los poros, y derribas con tu calor los límites, me abres todas las puertas, y me tomas de la mano como una niña perdida que en ti dejara quieta su edad y sus preguntas.
Tu piel dulce y salobre que respiro y sorbo pasa a ser mi universo, la tierra que me nutre, la aromática lámpara que alzo estando ciega, cuando junto a las sombras los deseos me ladran.
Cuando me desnudas con los ojos cerrados, quepo en una copa vecina de tu lengua, quepo entre tus manos como el pan necesario, quepo bajo tu cuerpo más cabal que tu sombra.
El día en que me muera, entiérrame desnuda, para que limpio sea mi reparto en la tierra, para que puedas besarme la piel en los caminos y trenzarme en cada río los cabellos dispersos.
El día en que me muera, entiérrame desnuda, como cuando nací, de nuevo, entre tus piernas.
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