A él se le olvidan con frecuencia los diez años que les separan, se le difumina la diferencia de edad y, por error o despiste, le recuerda momentos que jamás vivieron juntos.
- Yo me pasaba los días pensando en arrancarte la ropa. Una noche fuimos al cine y te pintaste los labios, y yo te borré el rojo a golpe de besos y acabamos, de nuevo, salvajes y resbaladizos, asesinándonos las ganas en cualquier esquina, con cualquier excusa. Y yo con el miedo siempre en la boca del estómago, bien agarrado, por si te me robaban, por si alguen salía al portal y te descubría así entre mis brazos, sinuosa y mitológica, concentrada en tus caricias, con las manos llenas de una sabiduría nueva, legendaria, con el secreto de los siglos en la punta de la lengua. Tenías un afán explorador que siempre me sorprendió, un ansia incontrolable y desbordada, que llegaba a raudales, y ese rubor de tus mejillas y ese calor de tus entrañas...
- No era yo, no puede ser. No era yo. Eso era con otra, seguro. Estabas con otra.
Entonces él le reprocha amargamente que no fue con ella porque ella no quiso, porque aún era medio niña y medio tonta, ocupada en vestir a sus muñecas y en aprender a montar en bici sin ruedines. A ella le enternece tanto reproche absurdo y, para que no se enfade mucho, le ronronea al oído y susurra:
- Menos mal que cambié de opinión, olvidé las muñecas y me quedé contigo, ¿verdad, mi amor?
Y todo termina bien, con un fundido en negro precioso, pese a los diez años de diferencia.
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2 comentarios:
Menuda situación se daría si la chica acabase asimilando recuerdos de una vida que no es la suya, ¿no?
Que bueno, que bueno, que bueno! no es película, no es realidad, es sentimiento y pasión, necesidad de riesgo, deseo y sexo.
Olvido necesario para que se de algo bueno, genuino y verdadero, cargado de contenido, de una parte ilusión y de otra representación. Ojos de gato cerrándose en las habladurías.
Jerry Lee Lewis
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