martes, 23 de enero de 2007

Charles B.

Me pierde, la bebida me pierde. Ideas sin nombre. Bares de neones azules. Barras desiertas. Quiero una mujer a quien llenar de saliva, a quien dedicarle mis derrotas. Una mujer en cuya risa pueda ver reflejada toda la felicidad de mis borracheras.
Una vez se me acercó una chica bonita, de curvas sinuosas y nariz chata, de esas con las que te entran ganas en seguida, nada más mirarlas, con las que te imaginas follando en cualquier habitación de hotel, embistiendo su hermosa desnudez, pervirtiendo tanta inocencia. Tenía cara de no haber roto un plato, la muy zorra. Yo quería dejar mi rastro en ella, derramarme y mojarla, destrozar su edulcorada concepción del amor y sus coincidencias. Yo quería lamer aquella piel salada como la roca, como la piedra fría, quería deshacer entre mis dedos aquella carne palpitante.
Se me acercó y me dijo "Te quiero." Lo repitió. "Te quiero. He leído todos tus libros. Estoy segura de que nos entenderíamos bien. En el fondo tú y yo somos iguales... Por eso me gustas tanto." Y le dije "Bueno, entonces lo nuestro es una cuestión puramente narcisista. Será como si te follaras frente a un espejo". Hice ademán de marcharme, pero ella ya no estaba.
La chica bonita se largó, muy digna y ofendida, dejándome solo con mi sombra.
No volví a verla nunca. Ni en ese bar, ni en ningún otro. Desde esa noche no se me acerca ninguna mujer, lo cual no deja de ser significativo.
Bien pensado, quizá me lo inventara todo.

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