viernes, 29 de diciembre de 2006

Rive gauche

Esa noche, yo cruzaba el Boulevard Saint-Michel para dirigirme a la Rue de la Huchette, cuando un coche surgió de la nada, rodeado de sombras. Al principio no sentí nada, sólo la humedad del asfalto contra mi mejilla y un ruido de cristales rotos resonando en mi cabeza. Una mujer salió del coche y se acercó a mí; estaba nerviosa y gesticulaba mucho. Llevaba uno de esos bolsos de cuero negro muy de moda en los ochenta, con un cierre de hebilla y una cadena metálica dorada.
Detrás de la mujer apareció una chica de pelo rizado y abrigo rojo. Tenía un corte en la cabeza. Sangraba poco pero la herida me pareció irreal y fascinante. No pude articular palabra; observaba, alucinado, cómo brotaba la sangre de su frente. Siempre me siento desmesuradamente torpe e inútil cuando se posa sobre mí la mirada de una mujer hermosa. Pensé en mi hermano, que me esperaba en el Quai des Tuileries a orillas del Sena, en los Jardins du Luxembourg donde nos colábamos a veces escalando las verjas, desiertos a estas horas, pensé en todas las luces mudas de esta ciudad imparable y me asaltó el dolor de golpe. Me arrastraron a una ambulancia cuyo grito prolongado hizo eco entre las estrechas calles del Quartier Latin. Vi desfilar por el hueco que la ventanilla las fachadas y los arcos que quedan enfrente de la Rue Rivoli.
El choque me había dejado tan aturdido que sólo entonces me di cuenta de que no llevaba zapatos. Y me quedé así acostado, sin atreverme a decir nada, en el vientre de aquella criatura de metal que me llevaba al Hôpital de la Madeleine, pensando en la chica de rizos y sitiéndome inmensamente estúpido al recordar mi calzado perdido. Lo que más me incomodaba era la certeza de que jamás los recuperaría, de que mis viejos zapatos de suela gastada se quedarían ahí, esperando en mitad de la acera color ceniza, frágiles y vencidos, como un animal abandonado o una de esas palomas que mueren aplastadas bajo las ruedas de un camión, con las vísceras esparcidas.

lunes, 25 de diciembre de 2006

Pena penita pena.

Aclaración
Mi blog decidió suicidarse sin consultármelo el día de Nochebuena. He recuperado la mayoría de los textos, pero, como habrán podido comprobar, los comentarios se han marchado de excursión al limbo o no sé dónde, pero en cualquier caso queda muy lejos. Qué putada. Con lo que me gustaba a mí tener comentarios de El Tipo de la Brocha, Chico Clásico, El Cojo, El Alquimista y Tristán Nieve, pero sobre todo, del Señor S. y de Manuel Astur... Ay.

Por cierto, ya soy famosa! Os dejo el enlace:
http://estenoeselblogqueestaisbuscando.blogspot.com/2006/12/y-si-fuera-ella-esta-maana-me-he.html
Reflexiones de un desconocido que lee mi blog...

domingo, 24 de diciembre de 2006

Un intento de acallar el ruido de mi cráneo.

Algo va mal. Tengo un retraso de siete días y un par de neuronas que no dan para más y un montón de apuntes que pasar a limpio. Creo haber encontrado al amor de mi vida al menos tres veces por semana, llevo un horario distinto al del resto de la humanidad, consigo sobrevivir a base de deseo y literatura, me alimento exclusivamente de naranjas y las pelo con las manos. Creo que necesito terapia con urgencia pero ni siquiera puedo pagarme un billete de autobús. Mi profesor de solfeo insiste en que pase a verle alguna tarde en horario de tutorías, y debo decir que yo ya me temía algo parecido cuando me acarició la pierna bajo el vestido azul aquel día en que fui a resolver dudas a su despacho. Me mira el escote con sospechosa insistencia y no se molesta en tratar de disimular. Mis compañeras de piso me recuerdan que un tío tan descarado y explícito debería ponerme mucho, pero lo cierto es que preferiría acabar mi vida como una de esas locas que les da de comer a las palomas antes que chupársela a alguien así. Me entran ganas de vomitar cuando pienso en sus zapatos de cordones y en su mujer planchándole el cuello de la camisa. Todo lo que escribo carece de interés y debe ser delito avisar en la última línea. Algo va mal, seguro.

sábado, 23 de diciembre de 2006

Una cama deshecha


La foto la ha hecho Bruno. Esta es su página personal: www.esflog.com/sr_cosa
Mi madre quiere nietos, pero no. No, porque ella los quiere para comprarles ropa y pasearlos en el carrito y enseñárselos a las vecinas. Y yo mira que lo pensaba a menudo, medio en serio, medio en broma. Aunque no lo diga, hay días en los que no estaría del todo mal tener alguien a quien cuidar, un bébé pequeño y suave al que acariciar y llevar en brazos. Se me ocurrió contárselo a él una tarde que acabábamos de follar y estábamos desnudos en la cama deshecha, decirle que me gustaría tener un hijo suyo, porque por qué no, además seguro que iba a ser un niño guapísimo y que tendría sus ojos, y me reía imaginando cómo sería tener dentro algo nuestro pero que no fuera ninguno de los dos, algo igual al resto de la humanidad pero distinto a todo.
Entonces se puso muy serio, apagó la música y me miró a los ojos. Me dijó que sí, que él me haría el amor hasta que le doliera, que me haría un hijo y le pondríamos el nombre que más me gustara, que yo embarazada debía ser una preciosidad, que sería bonito mirarle dormido, tan frágil, y protegerlo juntos, que yo iba a ser una mamá estupenda, de esas que juegan con sus niños en el parque, y él los llevaría al circo y al Gulliver y a más sitios. Yo ya estaba convencida de que ocurriría pronto, me veía ya haciéndome tests y ecografías, sólo era cuestión de tiempo. Él me tocaba la tripa y yo pensaba que qué raro es eso de que te crezca un bébé dentro y te quede la piel tirante y lisa. Pensaba en que no tenía ni idea de cómo se le da el pecho a un niño, pero quería hacerlo igual.
Justo ahí me di cuenta de que se me había olvidado tomar la píldora la noche anterior. Me invadió el pánico y tuve que ir corriendo al ambulatorio y luego buscar una farmacia de guardia.
Porque, si lo piensas bien, qué hago yo con un niño si apenas sé cuidar de mí misma.

... y que cante villancicos


- Cada vez que escucho a un niño cantar "Navidad, dulce navidad" con su asquerosa voz de pito, me dan ganas de torturarlo hasta morir.
- Mira que eres cruel. ¿No te parece bonito todo esto? No sé, el espíritu navideño, los regalos, las calles iluminadas, el turrón y los polvorones, las cenas en familia...
- ...
- Vale, tienes razón. El próximo capullo que pase con gorro de Papá Noël, lo descuartizamos.

Bruno es el autor de la foto. Si quieres ver más, puedes visitar su página.

viernes, 22 de diciembre de 2006

Esto no es nada y no significa nada.

Acumulo facturas sin pagar. Hablo con mis padres dos veces al mes. El problema es que me creo todo lo que leo y mi salud mental está empezando a resentirse. Escucho el mismo disco una y otra vez. Hablo con la boca llena de palabras vírgenes y quiero desgarrarlas todas, ensuciarlas, someterlas hasta que resulten hermosas en su humillación. Es tiempo de luces cegadoras y disparos de nieve, pero yo me despierto desnuda tras la fiesta y me asalta la duda. Hay vasos tirados por el suelo y restos de espuma en el desagüe de la bañera y todo me resulta tan irreal como, digamos, Uzbekistán o los niños del tercer mundo. Observo a las parejas discutir en las aceras y quiero gritarles que parecen imbéciles, que dejen de gesticular como idiotas y se dediquen a besarse en los túneles a oscuras, cuando no mira nadie. Escucho golpes en el cuarto contiguo y me entran ganas de abrirme la cabeza a hostias, estrellarme contra la pared o tirarme por la ventana o columpiarme suspendida al borde del abismo. Quizá eso supusiera alguna sensación nueva, y aplacara mi sed por un rato. Es tiempo de balances, de tinta roja y noches en vela. Todo se desmorona y nadie se da cuenta menos yo, que alivio mi fiebre durmiendo sobre un tejado de escarcha. A mí lo único que de verdad me consuela es pensar en todos esos diques arrasados, pensar en todos los naufragios del mundo, y todas las miradas inabarcables que se cruzan sólo una vez.
Construyo paredes de colores, y todas mis palabras no son más que el ilegible resultado de mis noches de insomnio en un piso de alquiler, me escucho hablar en voz alta en una habitación vacía, donde no vivo ni duermo, donde respiro y me alejo, con calculada desmesura, de todos los lugares conocidos. Compro entradas para dos: mi sombra también reclama su parte.
No me despego de las sábanas las tardes de domingo, invento melodías cada tarde y las olvido justo después (por lo que puede que en realidad no haya inventado más que una sola, y la repita todos los días, inventándola de nuevo) y guardo mis secretos más indecentes en el congelador, para que se quemen de frío.
Confieso que en ocasiones tomo la justicia por mi mano, abofeteo a Kafka y me despierto sudando, a las siete de la tarde, después de haber estado matando lobos en sueños durante horas, y admirando, obnubilada, el rastro de su sangre en la nieve, en lugar de traducir a Jean Giono, que era lo que debía hacer.
A veces me imagino que detrás de cada ventana encendida se esconde un hombre de quien enamorarse, y me da por escuchar música de tempo extraño (ragtime?) y perderme en los puertos y dibujar con mi caja grande de lápices de colores. Cuando nada de esto funciona, bailo agarrando muy fuerte a ese desconocido que anida bajo mi ventana, velando lo que sueño, y al que todos llaman, acertada y razonablemente, fantasma.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Definiciones I

Pesadilla.


1- Inevitable compañera de viaje. Siempre se sienta en el asiento del copiloto, y no hay manera de convencerla para que se vaya y me deje conducir un rato a solas. (26/07/05)
2- Hecho capaz de amargarte el día y no dejarte conciliar el sueño la noche siguiente. (14/03/06)
También puede presentarse en forma de exámenes parciales / obligaciones familiares / contratiempos imprevistos / cretinos indeseables / otras cosas peores / algo completamente distinto a todo lo citado anteriormente. (20/12/06)
La foto es de Bruno. Puedes visitar su página personal aquí.

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Materia punzante.

No quisiera ponerme trascendental, pero estos días he estado ordenando mi biblioteca, y se me ocurre que, al final, un libro no es tanto el lugar que ocupa en la estantería como el "poso" o la huella indeleble que deja en el lector. Lo realmente importante es su poder de evocación con el transcurso de los años. Hay libros que marcaron algunos de momentos esenciales de mi ínfima existencia y que, sin embargo, me provocan recuerdos muy vagos y confusos. De otros guardo ciertas escenas en la memoria, y no los releo por temor a no volver a sentir la ingenua satisfacción con la que descubrí el texto por primera vez. Atesoro instantes de mi particular evolución como lectora igual que otros tienen cartas de sus amantes enterradas en un cajón, y las sacan de vez en cuando para comprobar que siguen intactas. _______________________________________________________

Soy una persona compulsiva y con tendencia a caer en vicios legales. Soy una lectora voraz y empedernida, cabezota y neurótica. Tengo una fijación obsesiva, una adicción no diagnosticada, pero lo cierto es que recuerdo muy poco de muchos libros.Recuerdo tener catorce años y debatirme existencialmente entre amar a Fabrizio del Dongo o a Julien Sorel. Recuerdo al Principito y a su rosa, al zorro, al tipo que contaba las estrellas y al borracho que bebía para olvidar que bebía y etc ad infinitum... Recuerdo a Ignatius Reilly y su válvula pilórica, recuerdo leer a Burroughs tumbada en el balcón y aferrarme a sus alucinaciones como un náufrago a su trozo de madera. El lobo estepario es un vacío, un blanco atroz. Rayuela no es nada, todavía, porque nunca conseguí acabarlo, ni del derecho ni del revés. Recuerdo leer a escondidas los libros de tapa rosa* de la estantería más alta, cuando Papá no estaba en casa. Historia de O son sólo azotes y latigazos en los muslos desnudos, resonando en las paredes de mi cráneo. Casi todo Borges y Kafka son laberintos.Ciudad de cristal es un hombre que recorre las calles de Nueva York formando dibujos y recogiendo cosas del suelo, y otro hombre que sobrevive sin apenas dormir durante meses, vigilando no recuerdo qué. Del Ulises recuerdo a Leopold Bloom sentado en la taza del wáter, reflexionando. De 2666 recuerdo imaginar a Archimboldi como alguien desmesuradmente grande, casi un gigante, y parecido a mi abuelo paterno (al que, dicho sea de paso, jamás conocí).
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Otros libros conseguirán evocarme siempre el contexto en que los leí, mi ficción vivida y mi realidad leída se unen de manera indisociable. Camus será por siempre la libertad de los recreos (aunque se extendiese la peste en Orán) y Racine las lecturas impuestas del colegio. Miller son noches a solas intentando acallar toda la furia contenida entre mis dedos. Mallarmé, Kerouac y Carpentier** son cafés con leche a media tarde, sentada en las escaleras de la facultad. Leía a Mishima en lluviosas tardes de otoño, y a Lem durante las largas siestas de verano. Crimen y castigo será el libro que dejé olvidado en un asiento del metro y volví a encontrar tres meses después en un banco del parque. Leyendo a Baricco recordaré siempre una terraza llena de luz.
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A veces me imagino que alguien puede leer en mí como en un libro abierto, descifrándome toda. Pero luego pienso que soy una ingenua, y que los lectores*** somos esclavos: cada palabra una celda.
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* Sí, ésos de la sonrisa...
**A mí es que me gusta mezclar autores siguiendo unos criterios de selección algo peculiares...
*** Entiéndanme, me refiero a los que leen de verdad, a los que se sumergen en un texto y acaban empapados y sin aliento. Nada que ver con la gente que lleva un best-seller bajo el brazo.

La foto, de nuevo, se la he pedido prestada a Bruno. ¿Quieres ver más?

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Madrugada



- "Laura es una chica que se me insinuó leyéndome la buenaventura en unas cartas de baraja española. No jugó limpio, pero me lo hizo saber desde el principio. Resultó ser un ritual estúpido, divertido y necesario, acompañado de 4 tercios por mi parte y 5 por la suya. Tras haber roto una copa de cristal del bar en cuestión, dimos unas vueltas. Se marchó todo el mundo. Después follamos. Folla bien. Me corrí en su boca. No vimos amanecer. Peca de ser demasiado despierta, de arrepentirse de su comportamiento cuando fuma o bebe demasiado. En septiembre cumplió 27 años. Una vez tomé éxtasis con ella en una discoteca. Nos bebimos un zumo de naranja antes de volver a casa. Ella se durmió de camino en el metro. Nos fumamos un cigarro a medias (a mí se me habían acabado) y me largué. El aire parecía chicle.”
Esto es lo que me contaba mientras yo removía la cucharilla en el café, cabizbaja.

Foto cedida por Bruno. Puedes ver más aquí.

martes, 5 de diciembre de 2006

Luces de feria

" Yo quiero dedicarme a algo delirantemente absurdo, como traducir palíndromos. El resto del tiempo pienso dedicarlo a hacer cosas útiles de verdad, como ver besos de películas antiguas, gritar en los tejados o correr por la playa en invierno".
Se lo escuché decir a un niño en la noria, y me dieron ganas de abrazarle fuerte y de que aquella noche no terminara nunca.
Foto hecha por Bruno. Esta es su página.

sábado, 2 de diciembre de 2006

Breve paréntesis (sin ánimo de ofender)

Ya que no me han preguntado, contesto yo solita.
Pero, por favor, que no se me enfade nadie.
Si tuviera una editorial, las tres primeras personas a las que publicaría son:
Manuel Astur
Señor S. (por partida doble y en edición bilingüe español-inuktitut si hiciera falta)
Este señor
A menos, claro está, que ellos ya tengan un contrato multimillonario con Anagrama o aspiren a ganar el Premio Planeta.
(No, no suelo ser siempre así de pelota. Pues no, tampoco me pagan por la publicidad).

viernes, 1 de diciembre de 2006

Matarratos (Modo de empleo)

"Pruebe Vd. a bailar en una habitación a oscuras. O a llegar, a través de la cornisa, a la habitación de al lado. Pruebe a desconectar el teléfono. O a tirarse a la piscina, para sentir el agua helada sobre la piel, y temblar, temblar hasta no ver nada."

Se admiten más sugerencias de instrucciones para sentir.
Ahí van algunas otras:
-Repita una palabra muchas veces, hasta que ya no signifique nada. Vacíela del todo.
-Pierda algo y olvide el qué.
-Corra en un cementerio.
-Juegue al escondite.
-Pase al otro lado del espejo.
-Deambule de noche sin rumbo (especialmente si hace frío y el miedo le pisa los talones).
-Observe la danza del polvo en el aire, a través de un rayo de luz.
-Trate de inmovilizar lo efímero.
-Averigue a qué sabe el vacío.
-Planee asesinatos con todo detalle.
-Beba agua mientras mea.
-Aprenda a hablar sin usar la vocal "a".
- Implote, o implosione, o haga cualquier cosa parecida que provenga de la palabra "implosión".
-Desaparezca. Para siempre. Consúmase junto a la ceniza de su cigarrillo. (Variante de la anterior, con menos líos etimológicos).
-Conviértase en música. Sea la música.
-Déle la vuelta al universo. Imagine, tumbado, contemplando el cielo, que las estrellas están abajo. Las observa desde las alturas, domina la escena, se halla boca abajo, y no al revés. Está suspendido al borde del abismo, ofreciéndose a alguna constelación sin nombre.
Intente sentir el vértigo de la caída.