lunes, 29 de mayo de 2006

El hombre de mis sueños



Está bien, quizá no sea la imagen que esperaba subir, pero creo que le debo un homenaje a este señor.
Al fin y al cabo, ha protagonizado algunos de mis sueños eróticos más recientes.
Qué quereis, a mí eso de jugar a los médicos siempre me gustó mucho, y un bastón puede dar mucho de sí...
Vale, ya sé que me expongo a mofas y burlas en público por esta confesión indecente, pero estoy dispuesta a asumir las consecuencias!
En fin, dejémonos de tanta seriedad, tanta cursilería barata y tanto texto mediocre (o francamente malo, la inspiración se me escapa entre los dedos...) y disfrutemos de algo tan terrenal, superficial y terriblemente vulgar como es una serie de televisión. Viva la frivolidad!

El borde de mis párpados...

... y el porqué de lo que escribo (y no desisto).
¿Acaso no ha entendido todavía, viejo y podrido retrógrada,
que escribo para lanzarles flechas a los pieles roja?

Escribo porque sí, porque no, porque tal vez,
quizá, mañana, otro día, no lo sé,
escribo por el mundo, por su hija, por usted,
porque duele, porque llueve, por joder.
Escribo porque quemo, porque observo, porque la vida,
porque mancho, porque caigo, porque me alivia.
Escribo por mí, por otros, escribo y recito
por su boca, por su piel, por sus gritos.
Escribo porque lejos, porque tiemblo, porque vuelvo,
porque siento, porque beso, porque tengo.
Escribo, me enredo...
y tú dibujas la curva de mi pecho
con lo leve de tu vuelo.

(A Samuel, que me dio la idea).

domingo, 28 de mayo de 2006

Con hache de amor (mayúsculo)

Hace algún tiempo tuve un ataque de insomnio incontrolado. Mi médico dice que ya estoy bien, o al menos, todo lo bien que puedo estar. Durante ese interminable periodo de reflexiones absurdas y ojeras grisáceas, me inventé un personaje cada noche. También escribí esto:
Me queman los labios. Quiero decir, me arde la boca. Y la tengo inflamada y roja, y me gusta así entreabierta, como sugiriendo la entrada a otros mundos de fuego donde poder derretirse de amor y deseo mezclados. Tengo la boca roja y el corazón caliente. Y escribo sin ton ni son, ni saber muy bien dónde poner los acentos y con el miedo que me persigue, notando su aliento fétido en mi nuca. Es persistente el miedo. Insiste demasiado, pero eso podría salvarme. Cuando se conjugan el amor y el miedo me convierto en un mecanismo de reacciones insospechadas, en un resorte estirado y a punto de ceder.
Quiero crearme un rostro más duro frente al espejo, más intenso, y aprieto muy fuerte la boca logrando una patética mueca, en un vano intento de hacerme creer que soy más de lo que veo.
Buceo en mi interior y sólo acierto a descubrir luces apagadas, con la bombilla aún tibia. Sin embargo, albergo un atisbo de esperanza, una mezcla de confianza y secreta vanidad; y es que yo debo estar hecha de otra materia. No de esa pasta convencional, sensible al cambio de temperatura y otras inclemencias del tiempo, aunque tampoco de esa luz etérea con la que se construyen los ángeles, no.
Mi cuerpo se me antoja un refugio sólido y seguro, donde es posible abrigar algún alma desvalida en las noches en la que el mundo no ofrece más escondite que las esquinas que rezuman olor a orín y cerveza caliente.
Yo sería entonces una tabla de salvación, la única posible para las almas llenas de sudor y tormento, un lugar cálido de donde escapar de la fealdad que impera en este mundo, del reino de lo cotidiano.
Seré una de esas criaturas de excepción que tienden a lo infinito, que ansían alcanzar lo sublime de cualquier modo, desechando cualquier dilema existencial o juicio moral de los actos propios y ajenos. Cualquier cosa vale si está encaminada a la búsqueda de lo absoluto.
El ansia de la vida siempre es más poderosa que la pulsión de muerte, aunque en mí habiten estas dos tendencias, y cada una pugne por sobreponerse al contrario. Es la eterna lucha con el enemigo que es uno mismo, hay alguien dentro de mí que pelea, rabioso, por vencer a ese otro que soy yo mismo.
En mí existen dos corrientes antagónicas, aparentemente contradictorias, que, sin embargo, se necesitan para sobrevivir. Se afierran con una fuerza que me desconocía hasta este momento; y es que no son nada sin su rival, que justifica su existencia.
Sólo hay un fenómeno de mi cuerpo que no conoce contrincante: el Hambre. Sí, así, con mayúscula. Una mayúscula sonora, que llena la boca.
Mi Hambre es insuperable: no tiene rival posible. Y no me refiero al Hambre de pan ni a la sed de agua. La mía es un Hambre de inmensidad, de grandeza, de belleza. Mi Hambre siempre reclama bocados más exquisitos, golpes más fuertes, caricias más intensas.
Mi Hambre se agita, inquieta, perpetuamente insatisfecha. Hay algún modo de apaciguarla, alimentándola de caramelos y otros caprichos indecentes que calman momentáneamente su furia.
Pero siempre vuelve, con un apetito voraz, y tengo que controlarla para que no me engulla sin remedio, arrollándolo todo a su paso. Por eso soy una niña redonda y hambrienta: porque mi Hambre quiere verlo, saberlo y probarlo todo.

miércoles, 24 de mayo de 2006

Si grito al espejo, refleja mi eco.

Soy aquella a la que nunca miras de verdad, a la que apenas saludas en el rellano, a la que no felicitas en Navidad. Aquella que camina de puntillas, que te roba los folletos publicitarios del buzón, que te mira de reojo en el supermercado. Soy aquella a la que siempre se te olvida invitar, aquella con la que nadie cuenta, que nunca sabe bien si iba o volvía. Me he convertido en tu sombra.
[...]
Estoy planeando un asesinato. Y no crean que es tarea fácil. Mi vida se reduce a estas cuatro paredes, desde donde observo la calle, anoto sus idas y venidas, escribo todo lo que se me ocurre y me escondo, proyectando mi silueta en la ventana. Mi vida se reduce a esto: a mantenerme oculta, dibujada tras las cortinas, esperando mi gran momento.Pero no sé retirarme a tiempo. Cuando te vas, siempre me dejas un sabor agridulce en las pestañas, me dejas cansada y triste, pero satisfecha al fin, suspirando de eterna gratitud por prestarme tu alma un segundo. Me acurruco entre otros brazos, te oigo respirar despacio tras la puerta y me invade una ternura infinita a la que no le puede el sueño. Reparto caricias sin pensar, imagino tu cuerpo como un animal dormido, te invento recién amanecido. Pero a veces también me canso de esperar, de compartirte con otras de carne y hueso, de perderte de vista. Y echo a correr hacia la playa. Estoy planenado un asesinato. Y no crean que es tarea fácil. Pero no te preocupes, mi amor, que nos quedará todo el tiempo del mundo para querernos...

martes, 23 de mayo de 2006

Anuncios breves (II)

Se busca un hombre...

... capaz de citar a Pound de memoria, que sepa deletrear "Nietzsche" y confiese sus vicios más indecentes sin pestañear.
Se busca un hombre que prefiera la belleza a la virtud, que lea (y entienda) a Joyce, a Miller y a Kafka, que recite a Rimbaud en sus horas bajas, que tenga pretensiones artísticas, que cuente las nubes y hable en sueños.
Se busca cinéfilo empedernido adicto a cualquier sensación placentera, que pueda cantar el abecedario al revés mientras reflexiona sobre cuestiones metafísicas, que lea a Borges en el metro, que coleccione miradas sin fecha y fotos de nebulosas espaciales.
Se busca un hombre que aún recuerde cómo se juega a la rayuela, con tendencia a la contradicción y alérgico a ______________________ (complétese con lo que proceda).

Indispensable: Se requiere cierto grado de locura y valentía.
Cretinos y/o católicos convencidos, abstenerse.

viernes, 19 de mayo de 2006

Un regalo a destiempo

Llamar amor a lo que tú y yo hacemos
es cometer un sensiblería
indigna de nosotros,
que aún somos amantes.
Eso es mejor que lo hagan los demás,
aquéllos que precisan aguar un vino fuerte.
Lo nuestro es un fenómeno distinto,
sin nigún circunloquio,
sin grumos literarios.
Se manifiesta en el arrastramiento recíproco.
Consiste en una prospección
para obtener placer y para darlo,
un hurto generoso que se ofrece egoísta.
Es un duro trabajo en las calderas
de nuestra intimidad, un primitivo
cerco en torno al castillo de la vida.
La carne se alimenta de la carne,
de su mutuo veneno jubiloso.
Lo que hacemos tú y yo no es el amor.
A no ser que se entienda por ello un sacrificio
donde nos ofrecemos a los dioses suicidas
que habitan en el pozo de nuestra propia sangre.
Para nombrarlo habría que incurrir
en palabras que algunos consideran obscenas,
aunque la obscenidad tampoco lo define
porque no pretendemos aleccionar a nadie
ni sobre el impudor, ni sobre la virtud.
Lo que mejor explica, sin agotarla nunca,
la bárbara pureza del deseo recíproco
es una cacería de animales
y el hartazgo feliz en que se sacian,
con los ojos cerrados contra el tiempo,
en el ávaro éxtasis de su feroz banquete.
Para la bestia octópoda que engendramos tú y yo,
son una estupidez los términos pacíficos,
un triste deshonor en la batalla.
No hacemos el amor,
devalijamos
con codicia
nocturna
en la casa del cuerpo.

(Es un secerto, no se lo digas a nadie, pero... Eres el mejor regalo que me han hecho nunca.)

lunes, 15 de mayo de 2006

SMS que nunca te dije

Te cambio mis versos más secretos, mi aliento, la yema de mis dedos...
Te cambio mis ganas, mis abrazos soñolientos, mis palabras desnudas...
Te cambio todas las promesas que me quedan por cumplir, todos los atardeceres que nos perdimos, todos los mapas del deseo...
Te cambio todo el calor de mi cuerpo por una tarde de lluvia. Juntos.

sábado, 6 de mayo de 2006

Versos acristalados

...Déjame decirte
Que la tinta usada
La he robado de los ríos de tus venas
Y no fue suficiente para calmar
La sed voraz de mi corazón...

Anuncios breves

Joven aspirante a cualquier cosa busca poeta inspirado que le mire a los ojos, le bese la boca y le haga sufrir. Interesados, dejen un mensaje telepático o háganse ver.